MUJER Y RELIGION

POR LAS TRAMPAS Y LABERINTOS DE LA BIBLIA
“Porque el varón no debe cubrir­
se la cabeza, pues él es imagen
y
gloria de Dios; pero la mujer es
gloria del varón.
Porque el varón no procede de la

mujer, sino la mujer del varón,
y tampoco el varón fue creado
por causa de la mujer, sino la
mujer por causa del varón.”
Corintios, Cap. 11, V. 7, 8 y 9.

Por: Aminta Buenaño Rugel

En el principio todo era caos, nada, desorden. Dios creó el
cielo y la tierra; el día y la noche; lo firme y las aguas; las plan­
tas y los animales, y al sexto día, creó al hombre, el cual fue lla­
mado el rey de la creación. Adán fue hecho a la imagen y seme­
janza de Dios; por ende, Dios era varón.

Vio Dios que, a pesar del hermoso y mágico mundo creado
con dedicatoria exclusiva para Adán, no era bueno que el hom­
bre estuviera solo y provocando un profundo sueño en él,
tomó una de sus costillas y formó a la mujer...

Así la mujer, “del varón tom ada”, aparece dentro de la his­
toria bíblica como fruto de la inconciencia del hombre y como
un subproducto divino; y su nacimiento, una necesidad dirigida
fundamentalmente a distraer, divertir y acompañar la profunda
soledad del varón. Pero Dios no quiso o no hubo de advertir

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REVISTA D E LA UNIVERSIDAD D E GUAYAQUIL 1
que esta última pincelada traería más tarde, no sólo la diversión
y compañía anhelada para el “rey”, sino la causa desencadenan­
te de su torrencial ira: es Eva la que hacejtepra a i^d^u ¡(quien
peca de ingenuo). Es Eva la que provoóaia«xpúKion aéf paraí-

Desde aquel fatídico día somos malditos, nacemos untados
del pecado original y sólo las benditas aguas bautismales son ca­
paces de lavar la culpa. 'Dios iracundo había sentenciado a Eva:
‘‘Multiplicaré en gran manera los dolores en tus preñeces; con
dolor darás a luz a tus hijos, tu voluntad será sujeta a tu marido
y él se enseñoreará de tiWi.n (Génesis, Cap. 3, V 16).

b sa iD s u ! í ió t s v ís o D o q m c l y

O sea que la opresión de la mujer por el hombre sería
mandato divino. El varón como un segundo Dios sobre la tierra,'
y esta idea, vía colonización hispana ha sembrado en nuestras
tierras pensamientos tan arraigados como aquel canturreo indí­
gena muy popular: “Aunque pegue, aunque mate, marido es...”
3S(uíí oñsisairH clmríiA not

Si el hombre fue declarado triunfalmente el “rey de la
creación”, a la mujer se le ha señalado el puesto de “reina del
hogar” reduciendo el ámbito de sus posibilidades a un lugar
minúsculo déñtró de lásóGiedad. s is ob oí oiqionhq 19 n a

íislq así ;?,£Lfpe así y ermif oí ;9fhon sí y sib le ;ett9íJ bí y oíslo
La Biblia escrita por los1 a iftl^ ó fcp fo T ^ ^ :^ £p^r' Mateo,

Marcos, Lucas y Juan, todos varones, vieja profesora de moral
de millones de personas, colóca a la mujer un paso atrás del
hombre, en un plano de inferioridad con respecto a aquel. Esta
apreciación la justifica y la respalda con un machismo nacido
del mismo Dios y que representa una de las más fuertes y sólidas
cadenas que someté' idéológidáiftéhíé^ ia ihüjérí' 619*Vül89 9"

...t9[L'íti el £ onnoi y afilixJaoo su s sb srm ómoJ
La imagen misma de la Virgen María presentada por la Igle­

sia Católica al interpretar el Libro Sagrado, es un dibujo mal he­
cho, distorsionado de la mujer. Es una imagen (“Virgen Máría
purísima sin pecado concebida”) que rechaza la intervención
sexual de su cuerpo en la procreación y alumbramiento pro­
pios de la maternidad ; que ve en éí áctó carñal úna situación de

— d 9 6 —

UlffiV'lSTAiODEaLAiACÍKtVERStDAtV DE'CGUAY-AQUiL

-íBfiSfíÉb I s W ) W K » se el ^M ^ joJég ióq «virginal los valores
e l i f c S M f á f S é» PWffza 0 n° de. ia mujer La Virgen

nfí goncme de una,uruon sexual. La Virgen Maria no da a
;?®Uoífto fe^duriias U ^ jl^ ^ u fe tó que después del parto sigue
’ siéndió!vif§étí; 'VóSéj Ifi ffiándó, eelosd UipiiucipióV se ve obliga-
-60?8 -US £ 9nnolnoo asosniga zob sbnsjnuú ?¡ ■ ; , - .
J w b T í H a r < r J w U f c f c f » S ? *:-y est0 n0 • adulteno'

La Iglesia Católica tradicional, contradictoriamente, a la
, las sublimiza: La ,rfi______ . ___ ___

goría divina. Esto, con eí %Srnpo se' conviérte^eñ un chantaje
5? S m ^ S S S % i o ,íéuíob BxoboíiO eoííóíbO sigeípl s J

phoíaúi eb aoipxa eínxsv ab asm §b obBíísofiiurf orna Í9 eins
nuestro ,raedl0 ver a las mujeres cuando

. . menstrual ¡palmear; su estado
. un “padecimiento” alijuiiuumy bVfiii u n e bu u ttu n itu m ity.; . . , ; :qué se debe soporta^., pon I n con que se

toleran las lluvias y los días grises; mírár los flujos que emanan
m M m ^ enza’

o m w w s m g m s m h | f W k ® condición animal de hem-
, 3 ¥ ^ i se^ e,affl3M v* a!,'ProPicia a gue ios demas sePan lo

«ocurre. Y cuando están de parto, especialmente las que
f e » -de las abuelas guardar después del

c a% uhram iento un periodo ae reposo de 40 largos días, al cual
n » W ent® P É ^ W M l l f testamento, el por­

tavoz de Dios, el barbado Moisés, enseno a su pueblo que el
sangrado de la mujer propios del parto y la menstruación es

i á ett® -lbr0' a -3_ 3 a, «i. ^padece su costumbre (mens-
acercarse al templo ni tocar

_ , * . iía‘ a riesgó dé que su inmundicia
. recaigq sqbréulqueñps, 's#oío ‘‘cjiaiidó fuere libre de su flujo
;8coñ jspüés Sérafliftpa” (Lévíticos, Cap. 15,

vJ-ff ' ° 8Eq nu É'n9291tI91 19[üTn sí sup oí 6XKC] oxeq
ís VBhdmorf na eb nóxoBnnfls si bxobií oasq nn as sidm o/f
BíixD3[9^n^^nmg aj part0 : “ La mujer cuando conciba

y dé a luz varón será tnm uná^stlí^W ^pSSrrEüifft^i^lBS'días

— « « 9 7 — -

REVISTA DE LA U NIVERSIDAD D E GUAYAQUIL

de su menstruación será inmunda. Y al octavo día se circunci­
dará al niño. M asilla permanecerá 33 días purificándose de
su sangre, ninguna cosa santa tocará, no vendrá al santuario,
hasta cuando sean cumplidos los días de su purificación. Y si
diere a luz hija, será inmunda dos semanas conforme a su sepa­
ración y 66 días estará purificándose de su sangre”. (Levíti-
cos, Cap. 12, Vs. 2, 3, 4 y 5).

O sea que la mujer cuando da a luz varón, es inmunda;
pero si es hembra, es doblemente inmunda...

La Iglesia Católica Ortodoxa actual, ciega, sorda y muda,
ante el paso huracanado de más de veinte siglos de historia,
rasga sus vestiduras al presente y prohibe a la recién parida o
a la menstruosa de su congregación entrar al templo y recibir
los sagrados sacramentos del altar mientras no haya cumplido
los días de expiación que la harán "limpia”.

“Cualquiera que repudia a su mujer y se casa con otra,
comete adulterio contra ella; y si la mujer repudia a su marido
y se casa con otro, comete adulterio (Marcos, Cap. 10, Vs.
11 y 12). La Iglesia Católica Apostólica, y Romana, que es
la que nos interesa por ser la más importante en nuestro país,
siguiendo las enseñanzas de las Sagradas Escrituras predica la
indisolubilidad del matrimonio. No importa lo que suceda en
el seno del hogar: El matrimonio es sagrado.

En la Biblia conocemos de mujeres apedreadas por adúl­
teras,, nunca se nos narra de hombres que hayan sufrido igual
sanción por esta causa: NO hay igualdad moral entre los sexos.
Esto es notorio aún en nuestros días: En nuestra sociedad no
hay hombres que hayan dado el “mal paso” sólo mujeres;
pero para lo que la mujer representa un “mal paso”, para el
hombre es un paso hacia la afirmación de su hombría. Es el
inicio de su danza social en las pistas de un mundo que ejecuta
su música desde pentagramas machistas.

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REVISTA DE LA UNIVERSIDAD D E GUAYAQUIL

La voluntad de Dios, expresada por boca de los antiguos
patriarcas, quienes con sus largos cayados, barbas blancas y ro­
pas amplísimas apacentaban su rebaño de ovejas y mujeres, se­
ñala que la mujer no tiene derechos no sólo sobre su propio
cuerpo, sino tampoco sobre su alma. Su comportamiento de­
bía ser igual a las blancas ovejas del redil, siempre con la cabeza
gacha, propicia a la reproducción y al usufructo de su carne y
de su leche. Según la Ley de los Votos (Números, 30) cuando
la mujer ore no puede asumir soberanía sobre los votos de entre­
ga de su propia alma a Dios, puesto que si dicha entrega es
prohibida por su padre o marido no será válida y Dios lo com­
prenderá así...

Hay muchos mitos y creencias que tienen su cuna en las
enseñanzas morales de la Biblia: La fuente de todo poder de
la mujer reside en la maternidad, mujer estéril es sÉiónimo de
rrujer muerta, no sirve a su casa ni a su marido; el hombre pue­
de acusar a la mujer de adúltera, la mujer no (Números, 5);
el hombre tiene derecho de rechazar y castigar a la mujer si
ésta no es virgen (Deuteronomio, 22); la unión carnal con la
mujer debilita las fuerzas del hombre (Sansón y Dahki Jueces,
16); el hombre es superior a la mujer y así como “ ...Cristo es
la cabeza de t odo varón, y el varón es la cabeza de la mujer...”,
él es imagen y gloria de Dios, pero la mujer es gloria del varón.
Porque el varón no procede de la mujer, sino la mujer del varón,
y tampoco el varón fue creado por causa de la mujer, sino la
mujer por causa del varón” (1 Corintios, Cap. 11, Vs. 3, 7, 8
y 9); la mujer casada debe estar sujeta a la voluntad del marido
“Así como la iglesia está sujeta a Cristo”, (Efesio Cap. 5, Vs.
22 y 24, Colosenses, Cap. 3, 1 Pedro, Cap. 3).

Una mujer muy religiosa que sigue fielmente, sin el necesa­
rio y justo distanciamiento histórico y crítico, las enseñanzas
morales de lá Biblia es una mujer puertas adentro, asimilada y
encadenada por un invisible cordón celestial al interior de su
casa y a la voluntad imperial de su marido. Corroída y desvaió-

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rizada su propia individualidad e independencia, Colonizada
por martdafó Bíblícó?^ ¿D689Tqx9 ,80xu eb DBÍru/Iov b _

n y esonBÍd asdisd .aobsvss eopisí aura noo aensiup .eficnenJeq
La Biblia no puede ser estudiada para orientarnos a la

luz de los acontecimientos que se suscitan en la época del áto­
mo, las computadoras y los vuelos espaciales pues es la histo­
ria de un pasado remoto que obedecía a sus propias e inme­
diatas necesidades; ni ser vista como la guía moral que nos
lleve de la mano por la vida, porque ella hiere de muerte la
humanidad de la mujer. La Biblia es la narración m ítico-litúr­
gica de hechos económicos y sociales concretos de agobiante
terrenalidad, en los que se refleja una ideología densamente
patriarcal que alcanza su voluntad de dominio hasta nuestros
días. Debe ser considerada como un riquísimo documento his­
tórico en el que se nos muestra una organización social anterior;
«orno un precioso fósil de formidables huesos todavía tibios de
mitos, tradiciones, vivencias y una vocación sobrenatural pro­
pia; como un legendario poema épico del amor y del odio, de
la paz y de la guerra, de la vida y de la muerte, que toca sensi­
blemente y de manera llana todos los más hondos y auténticos
problemas .humanos, que narra los balbuceos heroicos de las
búsquedas denodadas del amor y de respuestas sólidas al en­
jambre de porqués que persiguen y agobian las vastas soledades
del hombre; de la terrible necesidad de justificarnos; de los hin­
cones devastadores de nuestras angustias y sobresaltos y la an­
siedad desesperada de mitigarlos, surge la identificación y apoyo
que suscita este libro en los hombres de todas las épocas.

5 V 5 .bV ,11 „qsD .soiínhoD I) "nóisv Isb -e&usa loq if[am
) biiBín leb bfiínulov b BJejua tbJbs scisb sbssBO T9[ünt bI ;(9 y

La Biblia es, además, uno de los más hermosos y legítimos^o-
llares que luce la literatura universal, en la cual los hechos más
insólitos y extraordinarios, que hombres con la argucia de ma­
gos y prestidigitadores puedan narrarnos, ocurren con la tran­
quila y pasiva resignación de aquello que debe ocurrir: Patriar­
cas legendarios que viven la juventud insólita de más de ocho­
cientos años, conociendo prolíferas descendencias cuya multi-
-oisveeb y eh ionóD .obnem m eb isheqm i bsífim ov si s y beso

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REV ISTA D E LA UNIVERSIDAD D E GUA Y AQ U IL

tud no es posible enumerar con los dedos; mujeres menopáusi-
cas e incrédulas que conciben en las postrimerías de sus vidas;
diluvios interminables en que una sola barca con un sólo hom­
bre y su familia se agita confiada al ritmo ávido y crepitante en

nque las aguas se hinchan y recuerdan sus pecados a los últimos
hombres; un Dios tronante y guerrero que lucha, con las armas
invencibles del cielo y de la tierra, por un pueblo condenado a
sufrir no por sus culpas sino por el socavo despiadado de la sole­
dad yi la nostalgia que carcomen sus inútiles esfuerzos; un mar
tempestuoso que se torna dócil al ser dividido en dos po rtavoz
vibrante de-un patriarca de ojos alucinados y da tereciarqúe-so-
Hcita imperiosamente "caminap¡Huvias: ¿torrenciales!decpiedpapy
de fuego; zarzas divinas que hablan; alimentos salvadores;que
caen del cielo como besos de Dios; un hombre de fuerza elefan-
tiásica y ojos; de cordero que es capaz de matar sin mayor es­
fuerzo a más de mil hombres sucumbe derrotado por las tram­
pas invisibles del amor; o tro , sin vocación de profeta, es tragado,
én su huida, por un enorme y temible pez, el eqal lo conserva
.vivo en su oscuro vientre durante :tres días y tres noches para
luego vomitarlo ante los avances desaforados de la fiebre litúr­
gica que lo ácomete; el sol y la luna detenidos en la mitad del
día por un osado guerrero que clama a Dios por luz para acabar
con sus enemigos; una mujer que es convertida en estatua de sal
por desobedecer y mirar, nostálgica y apesadumbrada, al pueblo
amado y maldito que se le va quedando atrás; paralíticos que
andan, ciegos que ven, muertos, de lenguas clamorosas, que resu­
citan én un sortilegio interminable de milagros; tempestades y
vientos que se calman sumisos ante la sola voz del Hijo del Hom­
bre, aguas que se aprietan mansas y dócñes a sus pies; un poeta
celestial que asciende espléndido, embriagado por las mieles del
amor y de la esperanza, a los cielos ante el brutal desconcierto
de aquellos que lo aman...

Si las narraciones del Antiguo Testamento son moralmente
mares tempestuosos y crueles sobre los que siempre llueven gra­
nizos y leyes contra la humanidad de la mujer, el Nuevo Testa-

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mentó es un mar calmo y apacible, pero mar al fin, azotado por
los vientos patriarcales que hacen sentir la desdicha de su opre­
sión a la mujer desolada que mira atónita la playa del mundo.

Esto sucede en casi todas las religiones. La Biblia y el Corán
son ejemplos clásicos.

En lo que se refiere a jerarquías eclesiásticas y al uso y desem­
peño de lo ritual, tanto en la Iglesia Católica como en las otras
iglesias con sus variantes ordenalicias, la mujer no puede ser sa­
cerdote, cardenal, peor Papa; no puede dar la comunión, confe­
sar, ni prodigar la extremaunción por el sólo hecho de ser hem­
bra. Y tal prohibición no figura en la Biblia...

Las religiones a lo largo de la historia han sido los mejores
policías de la sociedad patriarcal, encadenando y sometiendo a
la mujer a una cárcel de mitos y prejuicios; reduciendo su li­
bertad e independencia, su derecho a decidir y a tomar la pala­
bra, impidiendo cualquier posibilidad de fuga con fundamentos
ideológicos de carácter divino, declarando la “ley de fuga”
llamada opinión pública a cualquier insólita descarriada que se
rebele al Poder. Manteniendo las esposas bien cerradas.