(e n t r e v is t a s p a r a l a h is t o r ia )

Por: RICARDO MUÑOZ CHAVEZ

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Abogado, historiador, diplomático, ex parlamentario. Actualmente dirige el Centro de

Estudios Históricos y Geográficos del Azuay.

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Con bastante admiración y sorpresa leí la expresión de un politólogo
que daba autoridad y valía a sus investigaciones históricas y políticas-
sociológicas señalando que ellas se fundamentaban en documentos y no
en ir a preguntar a determinadas personas cómo ocurrieron las cosas,
manifestando con dogmática autosuficiencia que "en el actual quehacer
científico-social a ningún intelectual se le ocurre cosa semejante". Esos
son los usos y los abusos de "los científicos de la historia" a nuestro
juicio, pues, por mil motivos hoy más que nunca el reportaje, la entrevis­
ta constituyen el mejor testimonio de la historia y el medio más efi­
ciente para salvar o rescatar como se dice reiteradamente en la ac­
tualidad la verdades del pasado. Saber preguntar y saber a quién se

pregunta es poseer condiciones y valores superiores que tienen que ser
reconocidos, enaltecidos y agradecidos por quienes empeño tienen en
hacer la historia.

Ningún historiador que quiera cumplir con seriedad su papel, aún cuan­
do no sea científico para determinadas escuelas, podrá prescindir de las

entrevistas realizadas a los personajes de la época histórica que se trata
de investigar. No sólo que no podrá prescindir de los otros con in­
teligencia las hicieron, sino que él mismo tendrá que practicarlo luego

de cuidadosa preparación. Los medios audiovisuales actuales sirven de
maravillosos auxiliares para que el investigador cumpla en mejor forma
su tarea.

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REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE GUAYAQUIL

Desde luego, éste como otros sistemas de investigación, pueden servir
para manipular la verdad antes que para reflejarla o rescatarla. Se
harán entrevistas capciosas para que se de respuestas sobre algunos
hechos y se mantenga oculta el otro lado de la medalla; pero para que
no ocurra esta descalificación debe mediar en primer término la solven­
cia moral del entrevistador y de otra la inteligencia del entrevistado. El

entrevistador al igual que el revisor de archivos está en la obligación de
sacar a luz todos los datos históricos que en él encuentre para luego
hacer el examen y la crítica de los mismos, de igual manera debe acer­
carse al entrevistado para que él rinda su testimonio tratando de

recrear en lo posible la verdad de los hechos tal cual ocurrieron. El tes­
tigo tiene a su haber inmensamente más trascendental que el que tiene

ei documento escrito que es un testimonio muerto y por tanto parcial.
Hecha la afirmación por quien depone sobre un hecho hay la
posibilidad de pedir aclaraciones, de preguntar sobre las intenciones y
los otros aspectos que pueden quedar velados. Por ello, como fuente
de investigación histórica, el reportaje y la entrevista tienen un im­
ponderable valor del que jamás pueda prescindir un historiador serio ni

un investigador responsable de la realidad social.

Las ciencias e investigaciones históricas deben muchísimo a los in­
teligentes entrevistadores que han sido actores o testigos de trascenden­
tales hechos históricos. En este campo de las entrevistas las mejor

logradas, realizadas con muy clara inteligencia y con encomiable afán
de objetividad para que cada cual rinda de mejor manera su testimonio,
tenemos la obra de inapreciable mérito del destacado escritor e intelec­
tual guayaquileño Carlos Calderón Chico, que ha adquirido un sólido

prestigio por la calidad de sus entrevistas, por su empeño de inves­
tigador en este campo, dándolas a publicidad en diferentes órganos de

opinión y recogiendo algunas de ellas en una magnífica publicación
hace poco tiempo llegada a nuestras manos: PALABRAS Y
REALIDADES ÍUniversidad de Guayaquil. Col. "Viento del Pueblo".
No. 2. 1986. 223 d s .V Para mí, estas entrevistas tienen el incalculable y
singular valor de ser documentos de primera mano y de primera
calidad para escribir nuestra historia, para comprenderla y para juzgar­
los, pues, se está convirtiendo ya en lugar común esta verdad por lo

muy repetido que es, hasta hoy no se escribe una real historia del
Ecuador. Pues, para esa gran tarea, los historiadores de hoy y del
mañana tendremos en los libros de Carlos Calderón Chico una fuente
de inapreciable valor. El quehacer histórico, esta tan admirable rama
de la cultura, mucho le deberán a él por la obra que viene realizando
con méritos tan sobresalientes y la queremos destacar y estimular con el
más sincero empeño por lo que ella significa para facilitar la recreación
histórica.

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REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE GUAYAQUIL

Para muchos y muy largos artículos de comentario hay en el magnífico
libro del Ledo. Calderón. Sus cualidades y habilidades de formidable
entrevistador quizás pudieran ser dirigidas hacia un conjunto de
entrevistas con el propósito esclarecedor de alguna etapa o algún acon­
tecimiento especial de la historia del Ecuador aprovechando la presen­
cia en el tiempo de los testigos o los protagonistas de los hechos

históricos.

Hoy las entrevistas están hechas al azar, no hay una concatenación de
las imas con las otras ni tienen un propósito investigador o esclarecedor
de un solo hecho; pero con su gran capacidad de trabajo, con su
dedicación y empeño por los problemas de la patria, bien creemos que
es muy grande la labor que él puede realizar, labor que no nos queda la
menor duda que será mucho más grande, más fructífera, más abun­
dante y admirable que hasta la realizada ahora con tan elevados méritos

y tan destacada calidad.

Cuenca, Enero/87.