ALGUNOS ASPECTOS DE LA VIOLENCIA
SEXUAL EN GUAYAQUIL

El presente es un trabajo realizado
colectivamente por el Comité Perma­
nente por la Defensa de los Derechos

Humanos, para ser presentado dentro
del I Seminario que ha tenido lugar en
la Universidad Católica de Santiago de
Guayaquil el 26 de Abril de 1986, te­
niendo como marco el “Foro Perma­
nente contra la Violencia” , auspiciado

por esa Universidad y por ALDHU.
Para la presente reproducción no han

podido incluirse textos correspondien­
tes a las entrevistas realizadas, lo cual

se hará cuando se edite el trabajo.
Es también parte del mismo una sec­
ción audiovisual, contentiva de resú­
menes de entrevistas, destinadas a

presentación directa.

Dirección y Sistematización: GUTIERREZ, Femando. Investigación: CASTRO,
Désirée - MENDOZA, Sandra. Responsables de Entrevistas: CASTRO, Désirée;
FALCONI, Rosa; MENDOZA, Sandra; RAMIREZ, Mercedes; RIVERO, Patricio;
SANTOS, Marcela; VILLACRES, Carlos.
Agradecemos la colaboración de: Soc. BRONW, Donna; Arq. DAVILA, Patricia;

Dr. DURAN, Edmundo; Padre GOMEZ L, José; Dr. GUTIERREZ, Macario; Ec.
LEON, Carlos; Asociación de Niños y Jóvenes Desaparecidos 25 de Diciembre;
Dr. RODRIGUEZ, Rodolfo; Soc. VILLAVICENCIO, Gaitán.

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REVISTA D E LA UNIVERSIDAD D E GUAYAQUIL

I.

Existe en el conjunto de la sociedad ecuatoriana una legíti­
ma y creciente preocupación por el clima de violencia que se ha
venido imponiendo en los últimos dos años. La caracterización
de nuestro país como “isla de paz” no era ciertamente valedera,
sino tal vez en la relativa medida de la comparación con los
países inmediatamente vecinos; pero en cambio, es cierta la
afirmación de que las manifestaciones de violencia producidas
en el período citado no tienen parangón en la historia reciente
de la Nación.

Tampoco hay duda de que los niveles más altos de violen­
cia ideológica, social y política se han dado en Guayaquil, afec­
tando a casi 1/5 de la población ecuatoriana por circunstancias
que en el presente trabajo y en el conjunto de este Foro van a
ser analizadas. No resulta separada de este contexto la violen­
cia sexual que con horror hemos visto reflejada en varias dece­
nas de crímenes que se atribuyen —en medio de generalizada in­
credulidad- a una sola persona.

El propósito de este trabajo no ha sido realizar una inves­
tigación policíaca del “caso Camargo”, ni escudriñar sus deta­
lles más pequeños, sino presentar a la violencia sexual dentro
de su contexto, es decir, dentro de un modelo de sociedad a la
cual es consustancial la violencia ejercida especial, masiva y
sistemáticamente contra sus estratos más ] pobres y desprotegidos.
Pero también esclarecer la naturaleza de este conjunto casi in­
creíble de violaciones crasas a los Derechos Humanos ante las
cuales no podemos ni debemos callar, sino más bien poner a la
luz, en el marco de un Foro como éste. Tal tarea incluye hacer
públicos los cuestionamientos que los padres de los desapareci­
dos hacen al tratamiento dado por las autoridades de este asun­
to; y en general examinar el problema del crecimiento delin­
cuencia! en la ciudad y el país.

REV ISTA DE LA UNIVERSIDAD D E GUAYAQUIL

II.
Analizar las causas que generan conductas desviadas y con­

llevan violencia en una sociedad determinada, en este caso la
nuestra, implica necesariamente revisar los distintos enfoques
que sobre el particular han venido realizando distintas Escuelas
que interpretan la realidad social.

Entre las principales concepciones tenemos la de sociólo­
gos que ubican a la desviación social como producto de la pato­
logía de un individuo, debido a lo cual los desviantes deben ser
curados. Para otros, en cambio, la desviación indica la necesi­
dad de resolver algunos problemas pero dentro del ámbito del
sistema, por lo que la sociedad necesitaría de algunas modifica­
ciones. Otra corriente señala que la desviación social es conse­
cuencia de las contradicciones que se generan en el seno de la
sociedad, cuya matriz se la encuentra en las relaciones sociales
de producción injustas que se establecen para producir mercan­
cías.

Pasemos a ver pues, en qué corrientes encuentran asidero
estas concepciones.

Revisemos en primer lugar, la interpretación que al proble­
ma de la violencia han venido dando las ciencias sociales norte­
americanas. Estas han analizado las causas que provocan la
violencia, esencialmente desde el estructural—funcionalismo,
que en su evolución han superado la concepción vertida por la
Escuela de Chicago. Para pasar a revisar el primer enfoque se­
ñalado, veamos antes los principales planteamientos que sobre
el particular vierte la Escuela de Chicago y que se los puede
resumir en el siguiente cuestionamiento que Blummer les
hace:

“Se tiende a ver la desorganización social como una ex­
tensión de la desorganización individual, como una pro­
yección en el campo de las relaciones interpersonales, de
rasgos neuróticos de individuos con enfermedades menta­
les. La desorganización individual y la desorganización

REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE GUAYAQUIL

social, desde este punto de vista, tienden a ser genérica­
mente similares.
Los individuos desorganizados obviamente están en posi­
ción de manifestar sus predisposiciones dentro de la tra­
ma de relaciones sociales; además, su conducta neurótica
tiende a inducir conducta nerviosa por parte de los otros.
Desde este punto de vista, la desorganización individual:
su génesis reside en las experiencias de los individuos per­
turbados”. (1)
Veamos a la luz de este cuestionamiento cuáles son los

planteamientos esenciales que ha desarrollado la Escuela de
Chicago.

En un primer momento, enfocó la desviación social en
términos de exclusión. Es decir, que las causas de los problemas
de la sociedad radicaban en la inadaptación de individuos, por
tanto, tendrían características psicológicas degenerativas e irre­
cuperables, lo cual los convertiría en una clase separada que
debía mantenerse aislada de la sociedad sana. En definitiva,
se considera que la inadaptación no prevé- una readaptación
posterior, y el control se manifiesta segregando y excluyendo
definitivamente a aquel que no puede ser empleado de inme­
diato en una actividad productiva.

Posteriormente, se avanza dentro de este enfoque, y se
ubican a las causas de la desorganización social en la heteroge-
nidad cultural, en el individualismo típico de la vida urbana.
Aquí se señala que la gran ciudad es un ejemplo típico de desor­
ganización social, como producto de la no identificación de los
inmigrados con los valores de la cultura adquirida.

Los síntomas y efectos de este estado de la sociedad ven­
drían a ser precisamente los fenómenos “patológicos” de la po­
breza, el crimen, la enfermedad mental, la prostitución, el alco­
holismo, la vagancia. La desorganización social —desde este
Diintr. a0 vkta— sería la ñausa que conduciría a la desorganiza-
(1) Blummer, H: citado por Tamar Pitch en “Teoría de la desviación social".

Ed. Nueva Imagen, México, 1980 p.p. 75

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ción individual. Así, desde este enfoque, coexistirían los dos
elementos: Lo social y lo individual biológico. De esta manera,
el individuo que por naturaleza tendría instintos antisociales
requeriría de un fuerte control para que dichos instintos no pre­
dominen. Pero, si la sociedad en que vive está desorganizada,
las fuerzas instintivas ya no reprimidas lo impulsarían a tornarse
antisocial.

Por lo tanto, se concluye, que sólo a partir del control
social —es decir, de la forma como la sociedad logre integrar a
los individuos alrededor de un único sistema coherente de cos­
tumbres, tradiciones y norm as- es que los individuos podrían
ubicarse y ser funcionales a ella. De esta manera, los aportes
de la Escuela de Chicago dan inicio no sólo al estudio de la re­
lación entre condiciones ambientales, sociales y conductas, sino
también de la forma en que estas conductas se estructuran en es­
tilos de vida y pueden producir un orden social distinto.

Acogiendo estas últimas tesis, el estructural-funcionalis­
mo, desde su ubicación como método para interpretar la reali­
dad social, y a partir de su Teoría de la Integración, pone de re­
lieve las funciones de perpetuación y persistencia desempeñadas
por la inculturación, la educación, la conformidad con las
normas, la combinación de las expectativas de rol de una socie­
dad determinada, cuyo elemento constitutivo es, presumible­
mente, el consenso en torno a los valores.

Uno de sus principales sociólogos, Merton, en su ensayo
“Estructura Social y Anomia”, publicado en 1938, define a la
desviación como conducta aberrante respecto al rol que, supues­
tamente, debe desempeñar el actor a partir de su posición so­
cial en el sistema considerado. Para Merton, la conducta des­
viante - a diferencia de la Escuela de Chicago- no se debe a la
irrupción de impulsos biológicos o instintos mái reprimidos por
el control social, sino que se configura como respuesta “nor­
mal” a ciertas presiones provenientes de la estructura de la so­
ciedad. Y que son esencialmente, la estructura cultural y la
estructura social.

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REVISTA D E LA UNIVERSIDAD D E GUAYAQUIL

En la primera pueden distinguirse analíticamente dos ti­
pos de valores institucionalizados: las METAS o aspiraciones; y,
las normas o MEDIOS legítimos que propicia la sociedad para
alcanzar las metas. Presentadas así las cosas, este autor señala
que incluso si la sociedad analizada se basa en la competencia,
el sujeto puede - s i existe suficiente énfasis- ser integrado no
sólo en base a la máxima meta de la competencia, sino también
en base a los medios legítimos en que se desarrolla la misma. Y,
en el caso de que los individuos partan siempre de una situa­
ción desventajosa, la sociedad debe propiciar para ellos alguna
meta sustitutiva asequible, pues, si esto no se verifica se produ­
cirían conductas aberrantes.

En lo que se refiere a la estructura social, indica que ésta
contempla los status y las conductas de rol correspondientes,
señalando de esta manera que el acceso a las oportunidades le­
gítimas para alcanzar las metas está en relación a las diferentes
posibilidades presentadas por la sociedad para llegar a los obje­
tivos.

De esta manera, indica Merton, refiriéndose a la sociedad
norteamericana, aparte de la deficiencia de una defectuosa
integración entre fines y medios, existe una estructura social
que establece diferencia entre los individuos y que en ciertos
casos impide el logro de la meta máxima que contempla el
éxito a través de la posesión de riqueza, lo cual se presenta
como discriminatorio. Como consecuencia lógica, las mayores
presiones hacia una conducta desviante debe buscarse donde las
oportunidades legítimas para el logro de las metas son menores;
la resultante “tensión anomia” (así denominada por los estruc-
tural-funcionalistas), es experimentado, precisamente en los
estratos inferiores de la sociedad norteamericana, lo cual suce­
de también en cualquier otra sociedad de clases.

En realidad, la matriz de la violencia se la encuentra en las
relaciones sociales de producción que se establecen para produ­
cir mercancías. Siendo el trabajo el elemento fundamental sin
el cual la humanidad no podría sobrevivir, la producción de
mercancías requiere dos tipos de relaciones: la primera es la
relación que se establece entre los hombres y la naturaleza para

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REVISTA DE LA UNIVERSIDAD D E GUAYAQUIL

transformarla y ponerla al servicio de sus necesidades; y la se­
gunda es la relación que se establece entre los seres humanos a
partir de los procesos productivos concretos y se la conoce co­
mo relaciones sociales de producción.

Es decir, que la existencia del trabajo como condición fun­
damental para la vida humana, no es otra cosa que la asociación
de los hombres para la práctica productiva.

¿Pero qué pasa cuando unos pocos hombres se adueñan de
las condiciones de producción? Por ejem. el caso de la tierra:
¿quién ha producido la tierra? sin embargo, la tierra es propie­
dad privada y se vende como si fuera producto del trabajo. Lo
mismo sucede con el agua, con el uso del agua y de todos los
bienes; y son precisamente estos elementos de apropiación los
que permiten que unos pocos se queden con el trabajo de mu­
chos para fundar así una relación entre los hombres que rompe
con la solidaridad humana, que rompe con la justicia y la fra­
ternidad, que rompe con la paz. Así se da la producción de bie­
nes materiales como una especie de desarrollo de lo humano,
pero de una forma imperfecta, pues vemos que ese desarrollo
se ha venido construyendo en base a la coerción, es decir, en
base al dominio institucionalizado a través del Estado para po­
der mantener y reproducir los privilegios que unos pocos man­
tienen en el campó de la economía.

De aquí surgen dos determinaciones en las cuales se
afirma la necesidad de la utilización de la violencia como
parte de los atributos humanos:
— La una que es la utilización de la violencia para mante­

ner el sistema establecido en base a la explotación de unos
por otros.

— Y, la otra que es la utilización de la violencia para desa­
rrollar lo humano en la negación de lo inhumano; es decir,
lo que el Vaticano en un último Documento admite si­
guiendo una vieja doctrina: el derecho de los pueblos a
luchar aún por las armas, contra la tiranía y la explota­
ción.

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Vistas las cosas de este modo, podemos afirmar que: hay
violencia ejercida sobre el desnutrido, hay violencia ejercida
sobre el analfabeto, sobre el hombre que vive en el manglar,
como hay violencia en el hombre que saca un cuchillo para
asaltar a un transeúnte (sólo que en los primeros casos, se nos
oculta la existencia de la violencia y sólo se nos muestra como
su máxima expresión al caso último).

A esto alude un analista económico al decir:
“También hay violencia en los que manejan la economía

e imponen al pueblo medidas económicas que le niegan la posi­
bilidad de desarrollar sus potencialidades, sublimizar sus ins­
tintos y tener una vida digna. Hay violencia cuando los gober­
nantes deciden que salgan del país U.S. $750.000,oo anuales
por concepto de pago de INTERESES de deuda externa, y
U.S.$780.000 anuales en UTILIDADES enviados al exterior por
las transnacionales. Todo este dinero constituye más de las
2/3 partes de las divisas que ingresan al país por concepto de
exportaciones. Entonces, también existen terroristas en la
economía; perfectos genios malignos, genios del terror que ha­
cen la economía en base al sacrificio de los hombres que prefie­
ren enviar esa astronómica cantidad de dinero fuera del país an­
tes que invertirlo en satisfacer las necesidades más sentidas del
pueblo ecuatoriano... y mayor delito que éste no puede existir.
Manifiesta que por lo tanto, la sociedad capitalista es en sí misma
delictiva al negarle el derecho a los hombres a tener una vida
digna. Y esto —obviam ente- es una práctica violenta que
requiere de una fuerza contraria para poder ser desterrada; pues
una fuerza material solamente puede ser enfrentada con otra
fuerza material” . (2)

Así la violencia en nuestra sociedad viene a ser una prác­
tica institucionalizada a partir de relaciones que ignoran delibe­
radamente el aporte del trabajo humano en la producción e in­
tercambio de bienes materiales, como se ha dicho ya. Resultado
de esa violencia ejercida sobre los desposeídos, es la delincuen­
cia; y ésta viene a ser resultado “normal”, necesario para tal mo­
delo social.
(2) León, Carlos: Entrevista.

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La siguiente cita clarifica lo que afirmamos:
“ El filósofo produce ideas, el poeta versos, el pastor ser­

mones, el profesor manuales, etc. ... El delicuente produce
delitos, y si enfocamos un poco más de cerca la relación exis­
tente entre esta última rama de la producción y el conjunto de
la propiedad, se disiparán no pocos prejuicios. El delincuente
no produce solamente delitos, sino que produce también el
Derecho Penal y hasta el inevitable manual en que el profesor
condensa sus enseñanzas con vistas al comercio... El delincuen­
te produce además, toda la organización de la policía, los jue­
ces, los jurados, los verdugos, etc. ... Y estas diversas profesio­
nes que constituyen otras tantas categorías de la división social
del trabajo, desarrollan las distintas facultades del espíritu hu­
mano, crean nuevas necesidades y maneras nuevas de satisfa­
cerlas...

...la lucha contra el crimen da empleo a otra parte de la
misma población. El delincuente viene a ser pues, uno de esos
factores que establecen el saludable equilibrio y abre toda una
perspectiva de ocupaciones útiles... la industria cerrajera por
ejemplo... por medio de sus ataques incesantes contra la propie­
dad, el delito provoca nuevas medidas de defensa y ejerce la
misma influencia productiva que las huelgas a las que se debe
la investigación de la máquina”. (3)

En definitiva se plantea la existencia de nuestros órganos
biológicos como órganos sociales; y, el carácter social de la
conducta del individuo biológico. Es decir, que un ser humano
sólo puede individualizarse en la sociedad y no al margen de
ella. Estos planteamientos nos llevan directamente al plano
de las relaciones entre la sociedad y el individuo como mani­
festación de la unidad entre biología y sociedad; y como predo­
minio bien marcado de lo general - e n este caso la sociedad-
sobre la particularidad que serían los sujetos.

(3 ) Marx, Carlos: Sobre la Idea de trabajo productivo e improductivo.
Historia crítica de la Teoría de la Plusvalía, Tomo IV, Bs. As. 1956.

Pág. 204.

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De esta manera ¿Quién es el delincuente, sino un ser que
se forma en el seno de la sociedad, que nace de este mundo que
estamos construyendo?. La siguiente cita de Leontiev puede
ayudar a entender mejor lo que queremos expresar:

...Si algunos niños se desarrollan desde su más tierna edad
al margen de la sociedad y de los fenómenos engendrados
por ésta, ellos permanecerían a nivel animal. Y no sólo
que no adquirirían la palabra ni el pensamiento, sino que
además, sus movimientos nada humano tendrían. Basta
decir que ni siquiera poseerían el andar erecto propio del
ser humano. (4)
A la luz de esta cita ¿Quiénes son los delincuentes, quié­

nes son los violadores?, sino el más patético reflejo de la podre­
dumbre de la sociedad en que vivimos.

“El agresor sexual — como indica la feminista Linda Sand-
ford no está fuera de lo ordinario. No aterrizó de otro planeta.
Viene de entre nosotros y es un espejo de nuestra cultura."

III

Hechas estas reflexiones no resulta extraño encontrar que
si en el año 1974 en Guayaquil, los “accidentes y violaciones”
ocupaban el 4o. puesto entre las principales causas de muerte se­
gún estadísticas de la Jefatura Provincial de Salud, en 1984 ha­
yan pasado al I o . lugar, en tendencia ampliamente confirmada
por los hechos recientes.

Así, la violencia sexual aparece como consecuencia de la
violencia ejercida dentro de la sociedad, como otra manifesta-
ción más, al igual que la violencia juvenil, las bandas armadas,

(4) Leontiev, Alexei: El hombre y la cultura, Ed. Akal, España 1978.

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el contrabando, el tráfico de drogas, la corrupción administrati­
va, los negociados, la transgresión de Leyes por parte de autori­
dades, la asfixia económica a las Universidades y muchas otras
formas de violencia disfrazada; y que son directamente resulta­
do de la estructura social, pero agravados por la crisis económi­
ca que ha venido desarrollándose en los últimos años y que en­
cuentra su punto más crítico en la situación actual. Lo que pa­
sa es que el olvido de los factores objetivos de la violencia, es de­
cir, la desigualdad económica y social, hace que la atención se
concentre, sobre todo, en las situaciones opresivas extremas, en
que la violencia aparece en forma directa e inmediata, relegando
a un segundo plano aquellas en que esta última toma formas más
sutiles e indirectas. La historia nos ha demostrado que cuando
la existencia de las clases dominantes se siente amenazada, éstas
no vacilan en recurrir a las formas violentas más extremas, inclu­
so la implantación del terror masivo.

Tal como lo señala un sacerdote “el proceso masificador de
nuestras urbes, los tugurios y suburbios constituyen el reconoci­
miento de la agresión. Si a esto se añade un sistema que en lu­
gar de unir separa a los hombres y que en último término es el
punto de partida de esa infraestructura física antihumana, se
comprende que la violencia se haya vuelto el clima habitual de
nuestras grandes ciudades y que nuestro pueblo, a pesar, sea ca­
da vez más violento." (5)

Vivimos en una sociedad desgastada moralmente. El mie­
do y la inseguridad empiezan a ser el pan de cada día. La vio­
lencia sexual “es una realidad que se registra a nivel de nuestra
respiración agitada cada vez que salimos a la calle. Sobre la con­

ciencia, se cierne el peligro del silencio. “La violación no es un
acto sexual en principio. Tenemos que llegar a entender la vio­
lación como un crimen de agresión (y no de pasión) que involu­
cra las partes sexuales del cuerpo. Es decir, es una agresión que
(5) Sandford, Linda: en Brown, Donna, Suplemento “La MansAAna, Periódico

HOY, 11 de abril 1986, pp.3.

REVISTA D E LA UNIVERSIDAD D E GUAYAQUIL

emplea como arma los órganos sexuales. Así como un puñetazo
en la boca no es un beso, tampoco una penetración violenta sig­
nifica relaciones sexuales” (6). Esto nos recuerda las palabras
de un filósofo cuando dice que “la violencia no es fuerza en sí,
o en acto, sino el uso de la fuerza. En la naturaleza las fuerzas
actúan, pero no se usan; sólo el hombre usa la fuerza y puede
usarse a sí mismo como fuerza. Por eso decimos que la fuerza de
por sij no es violencia, sino la fuerza usada por el hombre. De
ahí el carácter exclusivamente humano de la violencia.” (7)

En una sociedad de clases y patriarcal como es la nuestra,
no es de extrañar que existan violadores con motivaciones de
poder, es decir, ellos no tienen deseos de gozar sexualmente a su
víctima, sino poseerla. La sexualidad, para ellos, es una manera
de compensar los sentimientos doinferioridad e incapacidad, sir­
viendo además para expresar su fuerza, su control, su identidad
masculina y por lo tanto, su dominación sobre la mujer.

Existe otro tipo de violadores que están motivados por sen­
timientos de furia. Para ellos, la sexualidad es una manera de
expresar y descargar sentimientos de furia y enojo. Su meta es
lastimar, castigar y humillar a la mujer. Consideran al sexo co­
mo algo sucio y ofensivo, por lo tanto, lo usan como arma para
la última expresión de su rabia. Palabras de un violador: "que­
ría bajar a esta mujer de su puesto y pensé que la violación sería
la peor cosa que le podría hacer.” (8)

Estos dos tipos de violadores no son considerados enfer­
mos mentales según el Dr. Groth. Hay que señalar que estos
hombres hablan sobre sentimientos de inseguridad, impotencia
en sus vidas, desprecio y odio para la mujer. Problemas causa­
dos, a nuestra manera de ver, por la sociedad misma.
6) Brown, Donna: entrevista a Jo. G. Izquierdo. “Semana” 30 de Marzo 1986.
7) Sánchez Váaquez, Adolfo, Filosofía de la praxis, Ed. Grijalbo, México, 1980,

pp.453
8) Brown, Donna: entrevista cit.

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REVISTA D E LA UNIVERSIDAD D E GUAYAQUIL

Para nosotros los crímenes de carácter sexual son alimenta­
dos por el irrespeto a la mujer y su explotación que el mismo
sistema sostiene. La mujer es considerada ciudadana de segunda
categoría, es relegada a un segundo plano tanto, la mujer es so­
cialmente desvalorizada; es utilizada por la publicidad como ob­
jeto sexual, es asiduo objeto de violencia.

Todos estos son actos que cotidianamente agreden a la mu­
jer, a la que se está acostumbrando a ver a partir, única y exclu­
sivamente, de su sexo y no de sus valores humanos.

En efecto, esta cultura “nuestra” es una cultura de violen­
cia, impregnada de violencia. Un sacerdote nos dice “que influ­
ye mucho el ambiente machista, la cultura machista que es ca­
racterística nuestra; en la cultura popular la mujer es concebida
como un objeto de explotación, se la explota sexualmente so­
bre todo.” (9)

Habría que observar que este elemento de violencia en
nuestra cultura no es “nuestro” sino impuesto, es en buena par­
te exógeno. Un sociólogo urbano señala que otro generador de
violencia es la “casi apología cotidiana” que de ello se hace en
los medios de comunicación y constata en un estudio que los
mayores diarios de circulación nacional dedican de 3 a 4 páginas
no sólo a la crónica roja, sino también, a otras manifestaciones
de violencia urbana, como son accidentes de transportación, de­
litos de cuello blanco y otros. Analiza también las carteleras de
24 cines existentes en la ciudad de Guayaquil, observados en
una semana escogida al azar, encontrando que en 3 cines se dan
peliculas pornográficas; en 1, cine de festival; en 2, películas ro­
mánticas y en 18, películas de violencia. Hay que añadir que es­
te panorama es común a los programas televisivos. (10)

Resultan muy interesantes las reflexiones de un siquiatra
respecto de cómo se forma y se manifiesta en lo sexual esta cul-
9) Gómez Izquierdo, José: Entrevista
10) Villavicencio, Gaitán: Entrevista

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REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE GUAYAQUIL

tura de violencia: “Aquí radica, precisamente, uno de los defec­
tos más graves de la sociedad actual: se ha logrado que prime el
principio de la Muerte (el Tánato) sobre el principio de la Vida
(Eros), y con ello lo válido viene a ser lo más cercano a la muer­
te, a la destrucción de la vida: la violencia, y especialmente, la
violencia en una de las dimensiones más bellas del ser humano,
como es lo sexual. Así se ha logrado como extraer la ternura de
lo sexual: se une sexo y violencia. Con esta sociedad que tiene
como base la competencia, no faltaba más que hacer del sexo
una competencia agresiva. El sexo se ha convertido en una mer­
cancía, en un objeto más de agresividad, un objeto que permite
acumular frustraciones, que produce necesidad agresiva de lasti­
mar la belleza.” (11)

El otro factor es el que podríamos llamar por contraste
“pedagógico”. Opina un sociólogo “que otro generador de
violencia es el desarrollo incontrolado y sin ningún códico ético,
de noticias y comentarios en medios de información, muchos de
los cuales hacen apología cotidiana del delito” (12); y está de
acuerdo con ello un sacerdote al afirmar “la responsabilidad que
tienen algunos medios de comunicación colectiva en el potencia-
miento tremendo del machismo y del erotismo en su aspecto ne­
gativo, constituyéndose en este aspecto en los malos pedagogos
del pueblo. De tal manera que esta pedagogía del delito contri­
buye a crear condiciones para que se produzca violencia espe­
cialmente sexual.” (13)

Los avisos publicitarios promueven en la mujer los roles de
objeto sexual y en función del hombre. La publicidad es el pun­
to de referencia del modelo femenino moderno, que se caracte­
riza por una emancipación sexual y por una mayor agresividad
en este terreno. Así mismo, convierten a la mujer en un ser ap­
to y útil para servir, mantener y reproducir elementos claves del
sistema económico en que vivimos.
11) Rodríguez, Rodolfo : Entrevista
12) Villavicencio, Gaitán: Entrevista
13) Gómez Izquierdo, José: Entrevista

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El objeto de la publicidad es alcanzar el inconsciente del in­
dividuo apelando a su percepción subliminal, la cual lo incapaci­
ta para censurar los mensajes que le están dirigidos, lo que sí
puede hacer cuando percibe los mismos mensajes consciente­
mente.

Por ejemplo, la publicidad subliminal utiliza con mayor
frecuencia el siguiente artificio: esconder la representación de
los órganos genitales con el objeto de estimular sexualmente al
espectador. Este asociará inconscientemente al producto con
gratificaciones sexuales. “Es importante destacar que cuando se
penetra el inconsciente se está manipulando el centro que domi­
na el comportamiento humano; controlando motivaciones, siste­
ma de valores, relaciones interpersonales y la identidad personal
de los individuos.” (14)

Tal como señala una mujer trabajadora, los medios de co­
municación refuerzan los roles asignados socialmente a la mujer;
y mientras por un lado, la mujer es un artículo de uso para la
venta de productos mediante la exaltación de su cuerpo, por
otro lado se recurre a su pudor para evitar el problema de las
violaciones sexuales. (15)

Generalmente cuando la víctima denuncia a las autoridades
un abuso sexual, hecho que por sí mismo jueces y observadores
lo convierten en un vejamen más, dejan abierta la posibilidad de
que si la culpable no habrá sido ella por provocar al hombre por
su forma de vestir y/o caminar. Con lo cual equivocadamente se
llegaría a la conclusión de que los hombres son potencialmente
animales al no poder controlar sus instintos, disfrazando así las
verdaderas causas sociales del problema.

14) Santa Cruz, Adriana y Erazo, Viviana: “Cosmopolitan. El orden transnacional
y su modelo femenino”. Edit. Nueva Imagen, México, 1980.

15) Dávila, Patricia: Entrevista No.

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REVISTA DE LA UNIVERSIDAD D E GUAYAQUIL

IV.
Hay varias consideraciones que agregar respecto del caso

Camargo.

La conducción de la investigación policial forza la acepta­
ción de una solución simplista, en el sentido de que Camargo es
el único autor de más de 80 crímenes sexuales, dejando a un la­
do evidencias repetidas de la posible participación de otras per­
sonas.

Así resultaría que se ha encontrado a un individuo degene­
rado, a un segregado de la sociedad, a un enfermo, que resulta el
sujeto ideal para culpabilizarlo y canalizar sobre él una poderosa
pero poco definida ira social. No sólo que se corta la posibili­
dad de develizar la trama completa de los crímenes sino que se
oculta el carácter verdadero de la violencia sexual y su génesis
en la conformación misma de la sociedad.

El resultado inevitable, desde el punto de vista criminológi­
co, es resolver el problema oponiendo más violencia, incremen­
tando medidas puramente represivas, olvidando el principio de
rehabilitación de los delincuentes, descartando las graves faltas
en la administración de justicia, ocultando que nuevas penas o
incremento de ellas no podrían ser aplicables jurídicamente a
Camargo, pero lo serían a quienes fueran incriminados por la
comisión de otros delitos en el futuro. Nos dice un penalista
“ que la Pena de Muerte o la Prisión Perpetua no resuelven el
problema de la delincuencia; eso sería tan infantil como decir
aue el delito nace de la Ley Penal; el delito nace de condiciones
psicológicas, biológicas, sociológicas, políticas de cada sociedad
determinada, y no cabe hablar de Pena de Muerte o de Prisión
Perpetua sólo cuando aparece un caso insólito de excepción.
Aprovecharse del aparecimiento de hechos como los de Camar­
go es una muestra de tendencia a la violencia política por parte
del Estado ecuatoriano que trata de crear un clima de terror

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trente a los ciudadanos”. (16) Nos dice también un político:
“los delitos sexuales provienen no sólo de la mala o de la poca
cultura de la persona, proviene de la mala condición económica
en que se encuentra. Ahora se trata de sancionar ciertas faltas
aumentando las penas, haciéndolas más fuertes; eso no es nin­
gún remedio; todos los penalistas, los criminólogos, los profeso­
res de Derecho Penal examinan y sostienen que no se puede, a
base de penas, morigerar las costumbres y compeler los instintos
sexuales de los hombres. En el caso Camargo, por más deprava­
do que sea no se le puede aplicar más allá de 16 años de reclu­
sión mayor, porque esa es la sanción que impone nuestro Códi­
go Penal y un delito sufre la pena estipulada en la Ley en el mo­
mento en que se comete ese delito.” (17)

Finalmente, hay que señalar otro factor que incide fuerte-,
mente en la producción de violencia, incluyendo la ejercida se-
xualmente: el ejercicio de la violencia desde el poder transmi­
tiendo una práctica y una imagen esencialmente violentos y
creando clima de temor frente a los ciudadanos. (18) Conecta­
da con este factor está la acción de bandas armadas, la generali­
zación de la tortura, el hasta hace poco inédito fenómeno de las
desapariciones de personas, la creación de mecanismos represi­
vos como los escuadrones volantes que no han servido para dis­
minuir la delincuencia, y más bien han sido utilizados contra
Universidades, Partidos Politicos, huelgas de trabajadores y para
el desalojo de grupos campesinos y pobladores urbanos. Panora­
ma que tiene omnipresente la aplicación de la Ley de Seguridad
Nacional.

16) Durán Díaz, Edmundo: Entrevista
17) Gutiérrez, Macario: Entrevista
18) Durán Diaz, Edmundo: Entrevista

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V

Hay que estar alerta de la violencia que somos objeto, vio­
lencia que se manifiesta en maltratos físicos, violencia verbal,
abuso sexual; violencia institucionalizada cotidiana que no de­
bemos asumir como un hecho natural, sino rechazarla, reivindi­
cando el derecho a la paz. Seamos conscientes de la constante
deshumanización que estamos sufriendo, de la degradación de
hombres y mujeres a la que estamos sometidos en esta sociedad.
Para que haya paz primero debe haber justicia. Debemos luchar
porque se rescaten y respeten los valores culturales de nuestro
pueblo, los derechos de las personas y el entorno en que se desa­
rrolla su vida.

La paz social no es un sinónimo de silencio o de resigna­
ción. Es sinónimo de justicia. La paz es vida. Luchemos por vi­
vir con relaciones verdaderamente humanas, en las que las perso­
nas sean tratadas efectivamente como fin y no como medio, co­
mo sujeto y no como objeto, como ser humano y no como cosa.
Esto implica necesariamente una transformación de la sociedad;
la realización de una utopía posible, realizable: la de una socie­
dad nueva en la cual las condiciones de vida abrirán el camino
hacia la paz. En tanto se tenga garantizado trabajo, salud, edu­
cación, vivienda, recreación y cultura, las personas perderán la
agresividad, característica de nuestro medio, provocada por la
lucha por la supervivencia; y así tendremos oportunidad para la
ternura y el amor, sentimientos que ahora parecen borrarse. En
ese momento la violencia no tendrá más razón de ser.

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REVISTA DE LA UNIVERSIDAD D E GUAYAQUIL

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