REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE GUAYAQUIL
CARLOS CALDERON CHICO Y
SU PROYECTO CULTURAL EN EL
ECUADOR Y AMERICA*
POR: Michael Handelsman**
JJn o de los aspectos más fascinantes de América Latina es su carácter
mágicorrealista y fantástico que sorprende e inquieta en cada mo
mento. En muchos sentidos, la gran vitalidad y esperanza de América
radican en su habilidad de desafiar los cánones del logos europeo.
Aunque existe la tendencia de relegar "lo real maravilloso" latinoameri
cano a lo exótico, entendiéndolo lo como un fenómeno propio de la
barbarie que llama la atención a los turistas civilizados, huelga insistir
que se trata de algo mucho más profundo. Aparte del mundo literario
*Estudio introductorio al libro "Entrevistas en pos de una expresión
americana", de Carlos Calderón Chico, que la Universidad de Guayaquil
publicará próximamente.
**Doctorado en lenguas Romances, University of Tennessee, Knoxville.
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donde nas ascienden al cielo e indios se convierten a coyotes y cone
jos, el realismo fantástico que interesa aquí es ese espíritu indomable e
invencible de una América Latina que se despierta cada día para rea
nudar sus luchas incesantes contra una suma de problemas, peligros y
amenazas que, hasta ahora, han dificultado la realizacn de su Segun
da Independencia. Pese a una larga historia de explotación, de ham
bre, de dictaduras y de colonialismo, no se ha podido borrar la presen
cia eterna de Bolívar, Martí, Alfaro, Sandino, Camilo Torres y los miles
y miles de sacrificados anónimos que confirman que el pueblo latinoa
mericano algún día vencerá.
En el campo de cultura, se encuentran parecidos desafíos en América.
El colonialismo que ha distorsionado la historia y expresión auténticas
de América, tampoco ha logrado eliminar las búsquedas de las verda
des. El libro existe en América Latina y testimonia lo que realmente
sucede. El analfabetismo, la falta de editoriales, la escasa difusn de
libros y el control de los medios de comunicación metropolitanos no
han podido callar las voces de la verdad. Un elemento integral del
mundo fantástico o mágicorrealista de Latinoamérica es la labor de
aquellos escritores que se han negado a aceptar las historias oficiales
que han encubierto el mundo represivo en que las mayorías latinoame
ricanas han vivido y siguen viviendo.
Estos comentarios introductorios establecen un marco de referencia
en el cual hemos de ubicar a Carlos Calderón Chico, el trabajador de
cultura cuya obra pensamos analizar aquí. De Guayaquil, Calderón re
fleja de manera amplia el carácter invenciblemente "maravilloso" e
"ilógico" del mundo cultural de América. A pesar de todas las fuerzas
anticulturales omnipresentes en una ciudad de casi dos millones de ha
bitantes, muchos de los cuales todaa sufren condiciones infrahuma
nas, Calderón no ha sucumbido a un medio asfixiante donde el hambre
y el analfabetismo, por un lado, y la falta absoluta de una política cultu
ral coherente y responsable del Estado, por otro lado, han dislocado
hasta la periferia del vivir cotidiano de la sociedad todo proyecto cultu
ral, confundiendo cultura con lo suntuoso y lo artificial. Frente a todos
los obsculos, Calderón realiza una labor cultural dinámica que ha
convertido el libro, la literatura y la investigación en instrumentos de
lucha social. Lejos de elitismos y torremarfilismos, el concepto que
Calderón tiene de cultura - su modus vivendi si se quiere- está profun
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damente arraigado en una tradición de cuestionamiento, de indagacn
y de búsqueda que promete conducirnos eventualmente hacia la libera
ción definitiva de toda Latinoamérica.
Mientras los medios internacionales de comunicacn reducen el mun
do cultural de América a unas pocas figuras torales -P az, Vargas Llo
sa, García M árquez- o lo limitan a unos títulos proclamados hest se-
llers por ciertos centros metropolitanos, en todas partes se pierden de
vista el verdadero sentido y la auténtica raison détre de la labor de to
dos los que producen cultura en América Latina. El gran público in
ternacional, los que consumen la cultura y los que consagran a sus
héroes e ídolos, lo dejan ver pequeños reflejos. Los bombos y plati
llos que suenan en reuniones del Pen Club, en congresos, festivales y
lanzamientos auspiciados por diversas instituciones de Nueva York,
París o Barcelona, distorsionan con fecuencia el panorama global. Lo
que es en esencia un proyecto de lucha, lo que constituye un compro
miso para realizar verdaderas transformaciones sociales y lo que surge
muchas veces entre penurias y persecuciones se ha identificado con
eventos de taquilla en vez de con combates de trinchera.
Por todo eso, un trabajador de cultura como Carlos Calderón adquiere
una gran importancia y merece estudiarse. Ante la imagen de una cul
tura vestida de frac que se desenvuelve en círculos internacionales (es
decir, norteamericanos y europeos), el aporte de Calderón y las condi
ciones en que él trabaja nos ofrecen una perspectiva más justa y cabal
de la cultura latinoamericana y los deaos que tiene que enfrentar. El
anonimato en que vive fuera de su país y el silencio en que trabaja den
tro del Ecuador mismo representan la experiencia de miles y miles de
trabajadores culturales de toda América. Sin pretender llegar a ser un
éxito comercial, sin interesarse en la nocn burguesa de una produc
ción cultural meramente lucrativa, Carlos Calderón Chico de Guaya
quil realiza su obra cultural como un acto de reivindicación y descubri
miento tanto nacionales como continentales.
Nacido en 1953, no se debe confundir la juventud de Calderón con una
falta de experiencia o madurez. De hecho, ya se ha establecido como
uno de los bibliófilos más importantes del país con una biblioteca per
sonal de más de tres mil títulos. Tomando en cuenta el deterioro gene
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ral de las bibliotecas de Guayaquil y la falta casi absoluta de librerías
bien equipadas en la ciudad, el esfuerzo de Calderón por coleccionar y
archivar libros, folletos, periódicos y revistas, que en muchos casos ya
son rarezas bibliográficas, constituye en un aporte valiosísimo para la
cultura nacional. La figura de Carlos Calderón recorriendo los pues
tos de venta de libros usados en las calles bulliciosas y turbulentas de
Guayaquil es digna de un cuento. Su retrato es, el del hombre apasio
nado, sobre todo por el libro nacional; del compañero entregado a res
catar el pasado ecuatoriano; del joven entusiasta por el pensamiento
de otros; del bibliófilo dedicado a difundir textos y materiales dentro y
fuera del Ecuador; del trabajador cultural incansable en su afán por fo
mentar líneas de comunicación entre los ecuatorianos y demás latinoa
mericanos.
Además de su preparación universitaria en el Ecuador, sus conoci
mientos sobre diversos aspectos de Latinoamérica se profundizan aún
más cuando en 1978 pasa tres meses en Venezuela donde estudia los
movimientos poéticos de la vanguardia latinoamericana con el ctico
chileno, Nelson Osorio. En 1980, hace un viaje cultural al Perú, y co
mo había hecho en Venezuela y Colombia anteriormente, vuelve a
ofrecer en el extranjero conferencias sobre literatura ecuatoriana. Ca
da viaje constituyó una experiencia de conocer y hacer conocer; en am
bas ocasiones, Calderón log establecer nuevos contactos profesiona
les y, con los os, los ha mantenido y nutrido para así vencer en parte
el aislacionismo que tantas veces ha debilitado el sueño bolivariano de
una América Latina unida y solidaria.
Esta misma inquietud por difundir las letras y el pensamiento naciona
les se pone de manifiesto desde sus primeras publicaciones. En 1975,
con el poeta Hugo Salazar Tamariz, presenta un volumen bibliogfico
intitulado Nuevos Cuentistas del Ecuador: en 1982, junto a Iván Eguez
y Francisco Proaño, colabora con Casa de las Américas y publica "Se
leccn de narradores ecuatorianos". Paulatinamente, Calderón descu
bre que su medio de expresión predilecto va a ser el periodismo. Los
diarios y las revistas nacionales, y en algunas ocasiones del exterior, se
convertirán en el foro de su trabajo como diseminador y promotor de
cultura ecuatoriana y latinoamericana. Es así que él ha puntualizado
que "yo nunca intenté ser escritor en el sentido tradicional de la pala
bra. Es decir poeta, narrador. Desde hace unos diez os, estoy meti
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do en la actividad periodística..."1
Desde su época de estudiante universitario en la Universidad de Gua
yaquil, Calderón abre el espacio profesional en que va a desenvolverse
y a la vez él establece su modus operandi. Funda y dirige en 1974 Puño
y Letra.2 una revista literaria que, pese a su corta vida (salieron dos
números antes de que el tercero fuera censurado por su contenido),
anuncia la presencia de un intelectual dinámico, perspicaz y hasta au
daz en su habilidad de conseguir la colaboración de intelectuales de al
ta calidad cuyos textos no dejan de provocar, sacudir e inquietar a los
lectores. De hecho, Calderón logra reunir en Puño y Letra a algunos
de los escritores venes de más talento y de los más polémicos- del
país como Abdón Ubidia, Raúl Pérez Torres e Iván Eguez. También
cuenta con la participación de Carlos Béjar Portilla, Sonia Manzano y
uno de los poetas más prestigiosos del país: Jorge Enrique Adoum.
Del exterior, se encuentran en las ginas de Puño y Letra textos de
Ernesto Cardenal, Eduardo Gudiño Keiffer y Hernán Lavín Cerda.
Sin duda alguna, la experiencia de Puño y Letra constituye un hito en
el desarrollo ctico y profesional de Calderón. A pesar de tener sola
mente veintiún os, y pese a su condición de mero estudiante, esta re
vista representa mucho más que un ejercicio de diletantismo universi
tario. Puño y Letra pertenece a una tradición rica de revistas literarias
en el Ecuador y, con la dirección de Calderón, se carcteriza por un
plan de trabajo concreto y bien elaborado. Frente al eterno problema
de aislacionismo y regionalismo, tanto a nivel nacional como a nivel la-
tinaomericano, Calderón arma una revista que pretende poner al lec
tor guayaquileño en contacto con importantes escritores de la sierra
ecuatoriana y del exterior. Tender puentes, informarse, dialogar y co
nocerse son los componentes de esta orientación amplia y abierta que
Calderón dirige contra toda fragmentación y balcanizacn cultural, y
que ya se vislumbra en Puño y Letra. En efecto, esta primera incursn
de Carlos Calderón en el mundo de las revistas literarias va a marcar
profundamente todo el aporte cultural que él realiza posteriormente.
Después de algunos años de una actividad intensa como colaborador
de revistas y diarios nacionales e internacionales, y luego de viajar y de
participar en varios congresos literarios dentro y fuera del país, Cal
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derón inicia una segunda etapa, y diamos la definitiva, en la forma
ción de su obra. Entre 1982 y 1984, trabaja de redactor político y cul
tural en Meridiano, un diario de Guayaquil, y con Fernando Artieda,
coordina su suplemento dominical, Meridiano Cultural. A diferencia
de la experiencia fugaz de Puño y Letra. Calderón ahora goza de cierta
estabilidad, y cada semana con amplia difusión tiene la oportunidad de
consolidar su labor de promotor cultural. Con la misma sensibilidad y
el mismo espíritu abierto que caracterizaron Puño y Letra. Calderón
ayuda a convertir Meridiano Cultural en uno de los principales medios
de diseminacn cultural del país. La calidad de los textos selecciona
dos para el suplemento, el origen ampliamente nacional e internacio
nal de los colaboradores y la naturaleza polémica de los temas tratados
constituyeron los rasgos esenciales de Meridiano Cultural.3
Aunque los dueños de Meridiano nunca supieron realmente valorizar
ni comprender lo que tenían entremanos -e s decir, el suplemento cul
tural mejor logrado de la prensa nacional de ese momento y aunque
Calderón se vio obligado a separarse del periódico después de dos
os, la experiencia duró suficiente tiempo para que él se estableciera
como uno de los personajes más efectivos del país en lo que se refiere
a la producción de revistas culturales 4 Además, y quis de más im
portancia n, los dos años con Meridiano le permitieron a Calderón a
pulir y afinar su trabajo como entrevistador. De hecho, uno de los as
pectos más ricos de las páginas de Meridiano Cultural ha sido el de las
entrevistas con diversos escritores y políticos de primera línea que Cal
derón había llevado a cabo. De hecho, a través de los últimos años,
Calderón ha creado lo que él llama un "Archivo de la palabra". Con un
centenar de grabaciones de larga duración -e s decir, entrevistas y
dlogos con los escritores y políticos más destacados del escenario na
cional y latinoamericano- el "Archivo" de Calderón ya constituye una
fuente histórica valiosísima para cualquier centro de investigaciones.
Las mismas razones que llevaron a Calderón al periodismo tambn lo
han convertido en uno de los dos o tres entrevistadores más importan
tes del país, y en uno de los más capaces de América Latina. Su galería
de entrevistados es simplemente impresionante. En un plano latinoa
mericano, se encuentra a tales figuras como Fernando Alega, Rober
to Fernández Retamar, Eduardo Galeano, Carlos Monsiváis, Eduardo
Gudiño Keiffer, Adolfo Sánchez Vásquez y Antonio Cornejo Polar; en
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brir a la persona entrevistada a través de sus ideas y cosmovisión. En
cada entrevista suya, él se esfuerza por relacionar a la persona, y las
ideas de la misma, a un contexto ampliamente nacional e internacional.
Las comparaciones y las referencias a otras ideas y planteamientos
convierten a cada entrevista en una fuente multifacética de conoci
mientos, de indagaciones y de cuestionamiento. Pero este "mano a ma
no" que Calderón desarrolla no se caracteriza por la polémica huera y
vacía que no tiene otro fin que el de antagonizar y ofender. La entre
vista polémica de Calderón más bien incita y estimula por su honesti
dad y por su búsqueda limpia de explicaciones y respuestas. En cada
diálogo, se siente la presencia de un investigador serio, de un lector vo
raz, de un curioso incansable, de un auténtico trabajador de cultura.
Su cometido está claro: despertar inquietudes y curiosidades en el en
trevistado para, así, motivar e integrar a la discusn -aunque desde
muy lejos al mismo lector de la entrevista.
El conjunto de los temas que componen las entrevistas refleja las in
quietudes y los desafíos más paradigmáticos de la cultura latinoameri
cana actual. La responsabilidad social del escritor, la penetración cul
tural, el problema de la periodizacn, la política cultural y el Estado,
el exilio y la literatura infantil son la sustancia vital de los diálogos. En
cada momento palpita una coherencia de ideas y preocupaciones
mientras que Calderón teje y desteje un solo tapiz cultural lleno de di
versas figuras cuyas reflexiones y reparos testimonian la lucha constan
te por liberar a América. Es así que en Literatura, autores y algo más.
Fernando Alegría comenta que "como escritores no podemos margi
narnos de una realidad que nos toca todos los días... Lo único que pue
de hacer el escritor auténtico es devolverle la mano a la realidad, cam
biar la realidad y buscar la manera de que el escritor, que el artista es
tablezca su obra de creación en contacto con el pueblo, que produzca
esos cambios en la realidad, que van a traer una sociedad mejor, que
hagan entonces del trabajo literario algo tan digno como el trabajo del
obrero". Por su parte, Agustín Cueva advierte: "Es bien ser especia
lista en una disciplina...pero sin perder de vista la globalidad de los
problemas ecuatorianos, ya que la investigación debe estar comprome
tida con la realidad nacional...Especializacn, bien, pero a condición
de mantener una perspectiva general de la problemática del país y a
condición de tener conciencia de adonde es apuntando la investiga
ción" (Literatura, autores y algo más. 103). Y, ante el colonialismo que
sufre toda América, Eduardo Galeano explica la urgencia de escribir
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ejemplo, se abre al reflexionar que "todos estamos entrampados...por
que, aunque rechazamos nuestra clase, seguimos siendo más o menos
burgueses. No olvides que por el solo hecho de odiar una clase no se
sale de ella" (Literatura, autores y algo más, 20). En la misma entrevis
tas, y con un tono salpicado de amargura y franqueza, comenta: "Ha
blo-d e fuerzas enemigas que no duermen ni descansan, no tienen no
ches ni días feriados ni fines de semana...Lo que yo he hecho no puede
llamarse una obra literaria y no he desempeñado ningún papel. Se
trata, en primer lugar, de mis deficiencias personales pero, además su
cede que la literatura puede muy, pero muy poco, frente a los fusiles y
los dólares" (19).
No nos parece una exageración afirmar que las entrevistas realizadas
por Calderón constituyen una fuente integral de la bibliografía general
de textos sobre cultura nacional, por una parte, y cultura latinoameri
cana, por otra. Los mayores productores y partícipes están presentes,
y gracias al estímulo y al manejo diestro que Calderón sabe poner en
cada conversacn, las ideas y los planteamientos vibran en cada pági
na. Ningún obsculo, ni siquiera el bloqueo contra Cuba (véanse las
entrevistas con Roberto Fernández Retamar, Mariano Rodríguez,
Francisco Pividal, Orlando Rodríguez, Eusebio Leal, Luis Suardíaz);
ha podido detener la labor de este promotor y diseminador cultural. Y
todo esto se comprueba una vez más con la publicación del último li
bro de Calderón, Entrevistas en pos de una expresión latinoamericana.
Las once entrevistas junto a una encuesta sobre las diez mejores nove
las ecuatorianas que componen este nuevo texto plasman los principa
les rasgos y aciertos del trabajo de Calderón. Al combinar lo nacional
(Jorge Enrique Adoum, Iván Carvajal, Vladimiro Rivas, Manuel Co
rrales y Efraín Jara Idrovo) con lo internacional (Fernando Alegría,
Carlos Monsiváis, Eduardo Galeano, Orlando Rodríguez, Adolfo
Sánchez Vásquez y Antonio Cornejo Polar), y al seleccionar a once fi
guras cimeras del mundo de las letras, Calderón invita a los lectores a
reflexionar sobre las ideas, las inquietudes y las advertencias de algu
nos de los intelectuales más representativos de la actualidad en el
Ecuador y Latinoamérica, en general.
En cada entrevista, Calderón se mueve entre la poesía y la narrativa,
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entre lo nacional y lo latinoamericano. Evaluaciones de épocas y obras
pomicas, cavilaciones sobre la relación entre el escritor y su público e
interpretaciones del sentido mismo del trabajo que realizan los litera
tos en el contexto latinoamericano son la sustancia de los diálogos. El
lector atento y cuidadoso reconoce la coherencia y unidad de Entrevis
tas en pos de una expresn latinoamericana: en vez de entrevistas
sueltas y dispares, se encuentra un conjunto orgánico de textos con mi
ras hacia los mismos propósitos. Es decir, aunque Calderón no utiliza
un solo cuestionario lleno de preguntas rutinarias, muchos de los co
mentarios giran en torno a la misma problemática, a los mismos de
safíos que cada uno enfrenta. La preocupación del rol que ha de jugar
el intelectual en la sociedad latinoamericana, por ejemplo, es una de
las constantes que establece esta unidad e ilustra cómo el lector tiene
la oportunidad de relacionar diversas entrevistas para, así aprehender
ampliamente varios aspectos culturales de Latinoamérica. En efecto,
el carácter polémico de Octavio Paz y Mario Vargas Llosa deja de ser
un asunto aislado y sin mayor trascendencia un tema meramente
académico cuando Calderón invita a Monsiváis, a Alega, a Cornejo
Polar y a Galeano a comentar el significado literario y político de los
dos literatos consagrados. Para el lector acostumbrado a fuentes me
tropolitanas de informacn que insisten en la representatividad de Paz
y de Vargas Llosa como intelectuales "progresistas" de América Latina,
y las que también resaltan el carácter supuestamente "apolítico" de la
literatura, las observaciones de los entrevistados analizadas en su con
junto prometen despertar inquietudes y, con suerte, impulsarán nuevas
tomas de conciencia. Las palabras de Carlos Monsiváis sobre Octavio
Paz reflejan la tónica de los criterios y planteamientos que Calderón
sabe descubrir y provocar en cada momento:
me parece que en lo que es muy superficial el pensa
miento de Paz es en la eliminacn del hecho de la mi
seria; como Paz no incluye a la miseria en su examen
de la situacn latinoamericana, de hecho excluye a
América Latina de su observacn. Ahí es donde en
cuentro la parte más bil de todas sus fundamenta-
dones; para Paz todo se reduce a una confrontación
del pensamiento ctico con el Estado o con las refor
mulaciones totalitarias del Estado y no toma en cuenta
lo que significa, por ejemplo, la lucha contra la insalu
bridad, el analfabetismo, el hambre, etc., no hay la me
nor consideración de la miseria en el pensamiento de
Octavio Paz y, por tanto, me parece que nunca ha po
dido verdaderamente acercarse a lo que es la realidad
latinoamericana, (originales, 10)
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Aunque se podría seguir comentando otros temas importantes de En
trevistas en pos de una expresión latinoamericana, algunos de los cua
les ya se han comentado en relación a otros textos, basta con destacar
el de la literatura infantil para señalar una vez más cómo Calderón em
plea la entrevista en su afán por cuestionar y desbaratar conceptos de
un sistema social alienante y opresivo para las mayorías de América
Latina. Si el libro va a repercutir en el futuro, si el texto va a ser un ins
trumento vital en la construcción de una nueva sociedad, la prepara
ción y la formación de buenos lectores, entonces, constituyen un pro
yecto y un desafío urgentes. Con esta preocupación como trasfondo,
Calderón dialoga con Orlando Rodríguez quien aborda el tema desde
el contexto de la Revolucn Cubana. A pesar de nuestras buenas inte-
ciones, y pese a nuestra esperanza en las promesas de una que otra ley
del libro, Rodríguez nos hace ver que no puede haber buenos lectores
si ellos están muriéndose de hambre. Y mientras sus aseveraciones nos
inquietan, poco a poco comenzamos a comprender la relación íntima
que existe entre el libro, el niño, el futuro y la revolución. Nuestros va
lores entran en jaque, y Calderón sigue conduciendo la conversacn
para que sus lectores se acerquen a una sociedad socialista, la de Cu
ba, mediante la literatura infantil.
Para concluir, no nos parece casual que Jorge Enrique Adoum le haya
comentado a Calderón que "Todo arte es un testimonio y todo artista
es un testigo de su tiempo..." (originales, 6). Como entrevistador, Cal
derón también está jugando el papel de testigo a través de toda su la
bor profesional. Particularidades y contenidos concretos de cada en
trevista aparte, lo que ha motivado este análisis ha sido el sentido tota
lizador de su obra. Las inquietudes y las preocupaciones de Calderón
están en el centro mismo de la más vital producción cultural que se
está realizando en América Latina. Entrar en el mundo de Carlos Cal
derón equivale a penetrar en un mundo vasto y estimulante que tras
ciende fronteras y épocas. Sin la fama de los García Márquez, sin un
aparato estatal que facilite la producción cultural, sin grandes bibliote
cas o el patrocinio de establecidas fundaciones, Carlos Calderón Chi
co -como tantos otros latinoamnericanos- no se deja vencer. Inmerso
en una ciudad de enormes problemas sociales, consciente de las trans
formaciones que todavía quedan por hacer en todo el continente, este
trabajador de cultura de Guayaquil pertenece a una larga tradición
combativa que emplea el libro y la actividad cultural, en general-
"como una incitación para cambiar la realidad."5
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NOTAS
1 Citado en Pablo Salgado, "Entrevistando a un entrevistador", Expre
so. Guayaquil, el 20 de octubre de 1985,19.
2 El primer número salió en noviembre de 1974 y se titu Puño, carac
terizándose como una revista de interpretación y análisis. El consejo
de redacción incla a Fernando Naranjo, Fernando Nieto Cadena y
Pedro Saad Herrería, En el segundo y último número de la revista
aparece el nuevo título, Puño y Letra, y se define como una revista de
creación y análisis, auspiciada por la Facultad de Filosofía y Letras de
la Universidad de Guayaquil.
3 Para un análisis más completo del suplemento, véase nuestro estudio
intitulado "La misión cultural de un suplemento literario de Guayaquil:
Inventario y análisis de Meridiano Cultural", publicado en Crónica del
Río. Revista de la Casa de la Cultura Núcleo del Guayas, No. 1 (octu
bre de 1986).
4 Después de su labor con el Meridiano, entre septiembre de 1985 y
marzo de 1986, Calderón se destaca como coordinador del suplemen
to, Semana, del diario guayaquileño, Expreso.
5 Entrevista con Antonio Cornejo Polar, Revista de la Universidad de
Guayaquil. Abril-Junio, 1986, No. 64, pág. 219.
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