Riqueza y Pobreza
(Fundamentos acerca de sus relaciones)

Carlos León González
“Wealth and Poverty ( Basics about their relationships ) ”
Resumen
La biología, por su organización, configura el punto de partida de las relaciones que la sociedad asume y
recrea, como propias, para generar su perseverancia en la realidad. Convergen en la toma de los cuerpos aje­
nos para disponer de los objetos alimentarios y reproductivos que forman la inmortalidad de la vida, natural
y social. Divergen respecto a que la posesión de los objetos, en la naturaleza, constituya, una fuente material
de acumulación y diferenciación individuales, como lo es en la sociedad.
No hay diferencias en cuanto al tener, si las hay respecto a la magnitud de lo que se tiene. En la naturaleza
nadie tiene más de lo que necesita. En la sociedad sí; su consecuencia: muy pocos tienen más de lo necesario
y muchos poseen menos. Los conceptos de riqueza y pobreza se incuban en esta matriz. Cuantitativamente,
rico, es quién tiene mas; pobre, quién posee menos. Cualitativamente, rico, es quién tiene los medios para
hacer vivir a los demás, pobre, es quién no tiene los recursos para vivir por sí mismos. Por esto la riqueza
alude a la toma los cuerpos ajenos y la pobreza demanda entregar los cuerpos a otros para sobrevivir
Cualitativamente extinguir la pobreza es eliminar la riqueza; cuantitativamente desaparecer la pobreza no
parece demandar la muerte de la riqueza. La comprensión social va por lo cuantitativo. Y ello, por su sentido
natural, supone redistribuir o agregar crecimiento para adicionar poco a lo poco, posibilidad última que el
desarrollo de la producción parece empezar a desechar. La razón es obvia: no hay expansión sostenible en un
mundo finito. La salida de este atolladero existe como cualidad de vida de los pueblos originarios: existir al
margen de relaciones generadoras de pobreza y riqueza, tener menos y no desear más de lo que se necesita.
Al final la naturaleza se impone y las sociedades deben verse como ella, lo que en el fondo son.

Palabras clave: Sociedad, naturaleza, hacer, tener, ser, riqueza, pobreza, crecimiento, límites, decrecimiento.

Summary
Biology, for your organization, set the starting point of the relationship that society assumes and recreates, as
their own, to generate their perseverance in reality. Converge in making outsiders to provide food and reproductive
objects that form the immortality of life, natural and social bodies. Diverge regarding the possession of objects in
nature, constitute a material source of accumulation and individual differentiation, as it is in society.
No differences in the take, if any relation to the magnitude of what you have. In nature, no one has more than he
needs. In society itself; the result: very few have more than you need and many have fewer. The concepts of wealth
and poverty are incubated in this matrix. Quantitatively, rich, it is who has more; poor, who owns less. Qualitatively,
rich, it is who has the means to live for others, poor, is who can not afford to live on their own. Therefore wealth
refers to making the foreign bodies and poverty deliver the bodies to demand others to survive.
Extinguish qualitatively eliminate poverty is wealth; quantitatively disappear poverty does not seem to demand the
death of wealth. Social understanding is on the quantitative. And this, for its natural sense, means growth redis-
tribute or add little to add to what little chance the latest development of production seems to start to discard.
The reason is obvious: there is no sustainable expansion in a finite world. The output of this quagmire exists as
quality of life of indigenous peoples exist apart from generating relationships of poverty and wealth, have less and
not want more than what is needed. At the end nature prevails and societies must be like her, what are at bottom.-

Keywords: Society , nature , do, have , being, wealth, poverty , growth, limits , decrease.

Recibido 15/09/2015 - Aceptado 16/10/2015
Publicado com o A rtícu lo Teórico Revista de la Universidad de Guayaquil 2015 2(3)

N° 120, Mayo - Agosto 2015, pp. 5 - 14
ISSN 1019 - 6161

Carlos León González

La naturaleza exhibe una estrecha asociación entre
la diversidad de individuos que la integran con el
fin de producir, por muerte y reproducción sexual,
la inmortalidad de éstos; es su armazón básica y
no ocurre de otro modo. Lo observable son conduc­
tas que hacen del sexo con fecundación el sostén,
a largo plazo, de una organización alimentaria que
demanda, cotidianamente, la muerte individual. La
vida vive de la vida, escribió Jay Gould.

Se trata de un orden que orienta la acción individual
a tomar tiempo de los otros para extraer energía al
ingerir la masa que forma sus cuerpos. Da Vinci lo
precisó bien al señalar que cada uno mantiene vio­
lentamente su existencia. Lo vivo posee armas de
defensa y ataque. La Biología conforma un aparato
armado puesto que la lucha por el alimento, reitera
Jay Gould, también consiste en evitar ser alimento.
La variedad de la vida y los nexos tróficos entre
los alimentos que se alimentan, ya que sólo lo vivo
es comestible, no tienen otro propósito; configuran
rutas para la circulación de la masa y la energía. El
nexo entre presa y depredador es su divisa central.

De ahí que la regla general de este sistema es tener
al otro como objeto alimentario y reproductivo. Lo
primero está referido al diferente de uno como es­
pecie; lo segundo no, aparece circunscrito, desde
el sexo con fecundación, a tomar los cuerpos de
las hembras de la especie con el fin de engendrar
y criar los alimentos para el porvenir. Su resultante
es doble: extraer y transferir tiempos para uno y
para la progenie.

Tener-comer y tener-mujer, dirá Attali. No es todo.
El tener-mujer involucra el tener-hijos y, desde es­
tos, se traduce como tener-progenitores. La super­
vivencia de la vida es el efecto conjunto de la muer­
te y de la reproducción sexual.

Attali no menciona otro factor asociado a la exigen­
cia de tener al otro: el tener-espacio. Nos referimos
a los lugares en los que habitan los alimentos que
lo alimentan a uno y a la descendencia y también
aludimos a los sitios destinados a la nidificación
y procreación, áreas demandadas siempre por la
organización alimentaria y la selección sexual. Es
imposible ser o existir sin tener espacio; la natura­
leza no se estructura al margen de él. La historia
y los Estados nacionales, tampoco; la redefinición
de fronteras es reiterativa. Así como no hay cuna
sin tumba, tampoco hay cuerpos sin lugar. Se tiene
y se es, siempre, en un lugar; hablamos de toda
dirección domiciliaria.

No existe hacer individual orientado a no tomar
los cuerpos que alimenten y reproduzcan a uno.

La programación es simple: león, si ves una gace­
la ataca; gacela, si ves un león huye. Se requiere
la muerte del objeto alimentario, sí, pero también
configura el momento preferido de morir, hacerlo
luego de la reproducción sexual. Natura protege la
vida si se muere antes de ese tiempo.

Siguiendo a Sen, aún en biología, no se trata de lo
que individualmente ha sido obtenido sino de los
cuerpos que deberán tomarse en el futuro. Lo que
él refiere, respecto al hacer del individuo en socie­
dad, como la capacidad para conseguir realizacio­
nes valiosas y vivir socialmente como uno ha elegi­
do, no diverge de la biología, esto es, de la facultad
individual para adaptarse, evolucionar y perseverar
en la realidad como un sujeto que pertenece a tal
o cual especie.

Se es en el hacer y se tiene lo que se hace; ambos
son los ejes del tener para existir. Hacer y tener
están relacionados. Su secuencia es obvia. No es
posible tener sin hacer.

Maturana comparte esto; ser perro en el perrear,
ser mosca en el mosquear, precisa. Perrear, mos­
quear, cocodrilear, la lista de las profesiones que
existen como diversidad para extraer, tomar y
transferir tiempo del cuerpo de los otros es larga.
La historia tampoco procede de otro modo. Ella, al
ser desarrollada por zoosapiens, ineludiblemente
está referida al tener; poseer rebaños, esclavos, tie­
rras, asalariados, conocimientos, es la secuencia
que describe Attali.

Podemos diferenciar, desde nosotros, los oficios y
las relaciones sociales como distintos modos insti­
tucionales y prácticas históricas de hacer para te­
ner. Es imposible excluir los vínculos entre el tener
y el hacer, del ser, ambos se fusionan. Uno es lo
que hace y se es en lo que se toma y se tiene. En
la naturaleza la vida carente de objetos para hacer,
tener y ser no es factible, los cuerpos ajenos son
indispensables.

Por esto el perro está perurgido de ser en el pe­
rrear y el cocodrilo de existir en el cocodrilear, el
asalariado está obligado a ser tal en el asalariarse
y el Señor feudal, para devenir tal, requiere ser pro­
pietario de tierras y hombres.

Así, ser y tener al otro convergen en el hacer; los
cuerpos se toman para tener y ser, siempre. Esto
en un marco de tiempo limitado, finito, de existen­
cia individual e histórica desde nosotros.

Vista así la cuestión es innegable la existencia de
vasos comunicantes entre Historia y Biología. A

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ambas les corresponde lo que es inherente, a cada
una de ellas, como logros vitales.

Estar vivo, alimentarse, reproducirse y evolucionar
será siempre lo más importante en Biología. La
Historia no reniega de esto, lo asume desde lo es­
pecífico que significa ser zoosapiens, esto es, crear,
producir y transitar entre variados objetos técnicos
y diferentes formas históricas de organización so­
cial para estar en la realidad. Lo histórico diferen­
cia al pasado del futuro. Estamos, por nuestro dise­
ño biológico, técnica e institucionalmente, abiertos
a la novedad, abocados a una acción humana que
forma una dirección temporal irreversible para to­
mar, tener, permanecer y ser forjando, ineludible­
mente, relaciones o vínculos sociales. Condición de
diseño y hacer no observable en otras especies.
Nadie verá jamás que un elefante trabaje para un
tigre y nunca será posible mirar a dos tipos de cáni­
dos intercambiar unos huesos por otros; ejemplifi­
camos. Nuestras capacidades para formar relacio­
nes sociales, lo específico de nuestra especie, son
intransferibles.

La crítica que Erich Fromm realizó al analizar, des­
de nosotros, la relación entre tener y ser, y pro­
clamarla, luego, como la manera fundamental de
la existencia humana, nos ilustra nuestro modo de
vinculación social con la biología, y nuestra su­
peditación a ella, al percibir el potencial conflicto
que, desde nosotros, aparece como violento anta­
gonismo entre tener y ser.

Si la economía exige crecimiento, escribió, ello, res­
pecto de nuestra conducta social e individual pro­
clama la ausencia de límites materiales al plantear­
se que no se es en el hacer y que sólo se es cuando
más se tiene; modo de vida desde el cual Fromm
identificó la avaricia y fundamentó su prédica de
que la economía capitalista, como forma social del
actual modo de vida histórico del zoosapiens, es,
por su tendencia a la expansión físicamente ilimi­
tada, una enfermedad mortal. Su razón fue simple:
un crecimiento infinito no armoniza con un mundo
finito; asunto confirmado cotidianamente, según
Georgescu-Roegen, por la termodinámica.

Conflicto notorio puesto que la naturaleza, aunque
lo haga desde nosotros, en realidad no se organiza
desde el tener más, y sí desde el tener únicamente
lo que se necesita. En ella no hay espacio para lo
superfluo.

Por esto jamás podrá constituir una realización va­
liosa, todo aquello que amenace la inmortalidad
de la vida y que Schweitzer refirió, desde la acción
humana, como la conversión del hombre en super­

hombre; esto por devenir él, al rechazar la hipóte­
sis del límite o por no reconocer la transitoriedad
del crecimiento material, en un pobre hombre. Un
amor por la expansión física de la producción que
modela el corazón de lo que propone y organiza la
Macroeconomía: la expansión anual del PIB y del
PIB per cápita.

Que el crecimiento económico nos conduzca a la
escasez, y a la muerte, no es una cuestión fácil de
percibir pese a que Menger lo planteó en el siglo
XIX al conceptualizar lo que llamó bienes econó­
micos.

A escala individual si hay conciencia de la exis­
tencia de límites y son identificables; lo son en el
plano del tener-alimento y del tener-mujer. Toda te­
nencia individual tiene límites, aunque sea mucha.
Menger y Robbins, lo advirtieron. Sólo se necesita
mientras se está vivo por lo que las necesidades
individuales están limitadas indicó el primero; la
escasez norma, hay que calcular, racionalizar; todo
presupuesto para actuar y elegir tiene límites, pos­
tuló el segundo.

El que la muerte y el cuerpo, por ser único para
todos, estructuren límites al tener hace posible dis­
criminar entre lo normal y lo patológico, al tener a
otros.

Lo normal: nacer y crecer hasta el límite que con­
figura el tamaño de la especie; lo patológico es
bidimensional: nacer sin crecer o nacer sin dejar
de crecer. Lo normal: aquello que el sexo con fe­
cundación multiplica lo descuenta la organiza­
ción alimentaria, por tanto, no hay crecimiento
de poblaciones, regla que conservaría, cualitativa
y cuantitativamente, la biodiversidad; lo patológi­
co: la expansión no limitada de una población por
contracción sistemática de la diversidad de la vida.
Lo normal: cada oveja con su pareja; lo patológico:
el acaparamiento de mujeres, premisa que hace
del soltero, del que no tiene mujer, un peligro por
buscar reproducirse. En Macroeconomía, lo normal
es el crecimiento; lo patológico, las crisis o ausen­
cia de crecimiento. Situación que fundamenta la
manera de ver lo que hoy se percibe como ciclo
económico y, desde él, la orientación de la política
económica. Por esto, la cura de esta enfermedad,
una teoría relativa al decrecimiento, no es algo
contenido aún en el cuerpo de la teoría económica
ortodoxa.

Lo que es normal en Biología, la constancia de las
poblaciones, es, desde la Macroeconomía, lo patoló­
gico, es un doble multiplicar de cuerpos, de la pro­
ducción y de la población. Desde esta perspectiva,

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bien puede decirse que la política económica, al es­
tar orientada al crecimiento, no deja de ser un rega­
lo envenenado. Otros reconocerían esta proclividad
a la enfermedad como el fin de la sociedad de riesgo
cero, hablamos de un tipo de riesgo que sale a la
calle y que no puede ser confinado a las fábricas.

Pero la configuración de esta huida de lo normal,
esto es, la patología que escenifica el superhombre
devenido en un pobre hombre, no sería otra cosa
que la expresión social e histórica del modo en que
la naturaleza ha diseñado, desde nosotros, una re­
ducción de los tiempos que han sido necesarios
en otras oportunidades para que se produzcan las
grandes extinciones de especies, y con la finalidad
de reiniciar más prontamente su trabajo evolutivo.

Consecuencia que Da Vinci nos permite percibir: la
muerte masiva de especies despierta, siempre, la
acción de la evolución, o, lo que es igual, la creati­
vidad de la naturaleza, escribió en sus Aforismos.

Así, sociedad y naturaleza convergen, irremediable
e ineludiblemente, es lo que postulamos. Actua­
mos para perdurar y, al mismo tiempo, laboramos
hasta ahora para que Natura no tenga que esperar
mucho tiempo para reiniciar, de modo masivo, su
trabajo creativo. Pero lo imperativo es perdurar, di­
ferir la muerte individual y de la especie.

Por esto, y desde un plano histórico que asume la
determinación biológica, es imposible existir y per­
durar, individual y transitoriamente, sin tener una
institucionalidad que facilite la toma del cuerpo de
los otros; y por ésta condición, toda organización
social, al extraer tiempo de los cuerpos ajenos, re­
quiere forzosamente ser excedentaria. La sexuali­
dad con fecundación lo es y los nexos entre las cla­
ses para formar riqueza y toda idea de eficiencia y
eficacia serían imposibles sin ello.

Su consecuencia es construir un principio: hay que
transferir, a partir de la apropiación de los cuerpos
ajenos, tiempos para vivir más uno, tiempos para
que viva la progenie de uno y tiempos que formen
y forjen la diferenciación social de uno. Lo exce-
dentario no es una invención humana; es la base
de organización de lo vivo, condición que origina
y organiza, por muerte del exceso de vida, toda
posibilidad de inmortalidad biológica, lo reitera­
mos. La historia expresa el desarrollo de nuestra
capacidad, como especie, para apropiar exceden­
tes mayores, esto es, la facultad para dirigir hacia
nosotros crecientes magnitudes de masa y energía,
cuestión que permitió estructurar, sobre todo, la­
zos entre no consanguíneos, nexos que Morris re­
conoció como supertribus.

Sobre esta base, la masa y la energía convergen
para formar más tiempo de vida individual

Lo excedentario es una exigencia de desigualdad.
Naturalmente, el tiempo y gasto energético incu­
rridos en el trabajo de cazar deben ser menores a
la cantidad de energía y tiempo extraíbles de las
masas de los cuerpos capturados o domesticados.
E, histórica y socialmente, el tiempo de la jornada
laboral de los cuerpos que trabajan para uno debe
ser mayor al tiempo de trabajo que le es efectiva­
mente retribuido para formar beneficios y diferen­
ciación social

Pero también lo excedentario es, simultáneamente,
una exigencia de equilibrio, un límite; no es posible
transferir una magnitud de tiempo superior al tiem­
po extraído de los cuerpos ajenos.

Así el sexo con fecundación, que tiene su multipli­
cador, es asimilable a la reproducción del capital,
que también posee su multiplicador en la tasa de
acumulación; ésta, al igual que la renta del suelo,
debe ser tan fecunda como una mujer en cinta. El
capital funciona como un bien fértil diría Attali. To­
dos, biológica y socialmente, nos nutrimos de tiem­
pos transferidos o extraíbles de los cuerpos ajenos
que nos alimentan. Y pocos de los cuerpos que los
enriquecen. Ninguna sociedad, en última instancia
y por su raigambre biológica, podrá dejar de ser
extractivista.

Hay naturalmente límites para la cesión y absor­
ción de energía y, por extensión, de tiempos.

Naturalmente nos es imposible, por caso, ingerir
plumas y huesos. Además, nuestro aparato diges­
tivo tiene un tamaño definido, una velocidad de di­
gestión y no asimila toda la energía ingerida, tiene
una función excretora de desechos; 3 restricciones
por las que se pierde masa y energía. Hay otro lími­
te fisiológico con claras implicaciones para la acu­
mulación: es imposible transferir tiempo y energía,
y permanentemente, por 24 horas diarias; debe­
mos dormir y soñar, sólo ejemplificamos.

Vemos, desde la biología, una apropiación reiterada
de excedentes que por su origen y grado de eficacia
en su uso no puede construir crecimientos de pobla­
ción ya que lo vivo se alimenta de lo vivo Y, como su
gemelo, vemos que es imposible reproducir y acu­
mular capitales sin quiebras empresariales; eviden­
te reiteración, desde la sociedad, relativa al hecho
de que la reproducción sin muerte es imposible.

Así la Macroeconomía, por su orientación al creci­
miento y la Biología, organizada en la constancia de

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las poblaciones, divergen. La segunda se adapta, con
violencia, a la lógica de la primera, razón que explica
hoy la acelerada contracción de la biodiversidad.

Por esto es que la Macroeconomía no deja de ser,
según nosotros, como razón y práctica de Estado,
la teoría del superhombre transformado en un po­
bre hombre.

Ahora bien, por todo lo referido, postulamos que es
imposible pensar la historia y la economía conoci­
da al margen de la capacidad individual, biológica
y social, de tener al otro; cuestión que, justamen­
te, es la base de la organización alimentaria de la
naturaleza y es lo que nutre el estómago de la pro­
ducción social.

Esto es y será, siempre, el punto de partida; la di­
mensión del ser, para ambas, es precisamente la
del tener, la del tener al otro, la de poseer uno el
cuerpo de los otros, la de hacer para tener.

La Macroeconomía, señalamos antes, se identifica
con el tener más para ser. Su concepto de riqueza
parte de ahí, es aditivo, es crecimiento. Pero la ri­
queza al medirse no está jamás referida a la tenen­
cia del cuerpo de los otros, es lo que no se valora.
El PIB, por caso, su indicador principal, está refe­
rido a tener y justipreciar todo hacer que emerge
de la actividad del cuerpo de los otros y excluye, al
aludir a la riqueza de la nación, toda expresión di­
recta de propiedad individual. El PIB per cápita es
tan real como una ilusión puesto que no refleja el
status de distribución de la propiedad y no traduce
el consumo de nadie.

Los objetos vivos que se tengan en poder de uno no
pueden tener precio. El precio de una vaca, ejem­
plificamos, no es algo que verdaderamente exista;
lo real son los esfuerzos y costes incurridos por el
criador del animal que aparecen como precio de
éste. Es igual decir que al pagar por el precio del
pescado nunca pagaremos por el pez; reconoce­
mos, si, el esfuerzo de captura y traslado a la mesa
de nuestro comedor, nada más. De otro lado la Ma­
croeconomía al desplazar hacia el concepto nación
toda noción de propiedad individual y de riqueza
permite a Heilbroner encontrar en el Estado Nacio­
nal al sujeto al cual referir el tener, para diferenciar
a unos Estados de otros. Así EEUU, por caso, es
más rico que la India, si y sólo si, por disponer de
un potencial de producción y consumo mayor.

El tener más o menos distingue a naciones e in­
dividuos. La diferenciación social y de desarrollo
asume una expresión cuantitativa. Tener más, te­
ner menos, Heilbroner lo ilustra bien.

Un automóvil por cada 1.000 habitantes es una
disposición de riqueza mucho menor que 422 au­
tomóviles por cada 1.000 habitantes, anota.

Así el concepto de riqueza se apropia del tener
más y el de pobreza se adueña del tener menos;
ambos conceptos no se diferencian en cuanto al
tener sino con relación a la magnitud de lo que se
tiene; pobreza, a diferencia de la riqueza, aparece­
rá como tener poco.

Así La concepción de riqueza no parte de la premisa
de tener al otro, al cuerpo del otro como fuente de
riqueza, sólo asume su resultado. Por ello decimos
que los nexos sociales se ocultan en el tener. Así
para la Macroeconomía abundancia es disponer del
resultado del hacer de los cuerpos de muchos otros,
es lo que conceptualiza y su contrario, el tener poco,
como expresión de pobreza, se infiere. No pregunta
sobre la capacidad individual de tomar, socialmen­
te, los cuerpos ajenos. Vemos así un desplazamien­
to desde la tenencia de los cuerpos vivos hacia la
posesión de los cuerpos fabricados, los productos
del trabajo, lo que oculta la condición social para
conceptualizar la riqueza y al sujeto rico. Tener uno
los cuerpos hechos con el cuerpo de los otros no se
derivará del tener el cuerpo de los otros. Al tener
sus extensiones, no los cuerpos productores, sino
los cuerpos producidos, el intercambio mercantil
nos remitirá a estos cuerpos, los únicos que pueden
valorarse y tener precios.

Así riqueza y pobreza significan, respectivamente,
poseer muchos, o pocos, cuerpos fabricados que
aún posean tiempo de uso. Todo enraíza en la di­
mensión cuantitativa del tener.

Ahora bien, tal como plantea Fromm, existe en esto
un potencial conflicto; lo que se tiene puede per­
derse.

Al cristalizar el hacer de uno en un cuerpo exterior
al cuerpo de uno mismo, la pérdida se vuelve mate­
rialmente posible. Por esto las hienas pueden arre­
batarles sus presas a los leones. Pero justamente
por esto la usurpación de la propiedad ajena ha
sido una de las fuentes históricas de la organiza­
ción social. Marx se refirió a ella, respecto al capi­
talismo, como acumulación originaria. Su signifi­
cación social es doble. La primera: tener el cuerpo
de uno sin tener uno medios productivos que den
acceso a los cuerpos producidos por los otros, la
primera. La segunda, su inversa: tener uno los me­
dios productivos que los otros no tienen para hacer
posible el acceso de uno a los cuerpos producidos
por los otros como modo de poseer el cuerpo de
los otros y de tener el cuerpo de uno mismo.

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El fundamento de ambos y complementarios mo­
dos de esta forma de estar en la historia es la vio­
lencia: significa unir lo separado y conservar a la
vez dicha separación.

Es como el matrimonio: unión de cuerpos separa­
dos que persisten en su separación física. Nuestra
existencia está lejos de ser como la del macho fu­
sionado al cuerpo de la hembra.

Lo que más identifica a la Economía con la Biología
es, precisamente esto.

En biología toda acción individual está referida al
hacer del cuerpo de uno mismo para hacer el cuer­
po de uno mismo. No hay acción individual para
perseverar que se exteriorice al margen del cuerpo
de uno mismo. Hacer el propio cuerpo será la re­
sultante de toda actividad. Por esto el hacer alude
siempre al tener el cuerpo del otro como resultado
del hacer del cuerpo de uno mismo para conservar
el cuerpo de uno mismo.

Tener un cadáver que comer es una condición exte­
rior al cuerpo de uno mismo formada por el hacer
del cuerpo de uno mismo para hacer el cuerpo de
uno mismo.

En nosotros no ocurre algo diferente si disfrutamos
del hacer de un criador de ganado o si estamos
ante un cebiche de camarones para hacer el cuer­
po de uno mismo, ejemplificamos. Incluso esto no
sería diferente si el elemento exterior al cuerpo de
uno mismo no son los cuerpos de los otros que
se toman sino los cuerpos que fabricamos: relojes,
refrigeradoras, autos, satélites y más. No es ca­
sualidad que Freud considerara al hombre como un
dios con prótesis.

Estos cuerpos inorgánicos que, indirectamente,
producimos para alimentarnos y reproducirnos,
son tan verdaderamente exteriores al cuerpo de
uno mismo como pueden serlo los objetos alimen­
tarios, y son cuerpos fabricados para fusionarlos al
cuerpo de uno mismo. En este sentido alimentarse
no es tan diferente de vestirse o de usar binocula­
res, a excepción de que el tiempo de uso conteni­
do en los objetos no alimentarios se los toma más
lentamente.

Por tanto lo medular es el acceso a ellos. Fabricar­
los es la condición básica de acceso. Uno tiene lo
que hace. Uno es propietario de las exterioridades
que construye. Un guisado por comer, un par de za­
patos por calzar, por caso. Pero se puede ser dueño
de las exterioridades construidas por los cuerpos
de los otros cuando socialmente es posible poseer

los cuerpos de los otros al no disponer éstos de
propiedad alguna sobre los cuerpos productores
de cuerpos, y si tenerla uno.

Por esto, al vincular a los productores a través de
los cuerpos producidos, el cambio mercantil no
es incompatible con ninguna de estas formas. Su
organización como lazo entre productores estruc­
tura sus nexos sólo con los cuerpos producidos,
incluyendo históricamente en tales nexos al cuer­
po de uno mismo. Es un canalizador eficaz de la
violencia, lo reiteramos; comprar esclavos y pagar
salarios lo ejemplifica bien.

De ahí que la biología, por lo crucial de la tenencia
de los cuerpos ajenos, es el punto de partida de las
relaciones económicas. El otro y no consanguíneo
de uno puede ser poseído, directa o indirectamen­
te, como premisa de toda capacidad para inter­
cambiar uno. Desde este plano no hay intercambio
sin biología. Lo que el cambio mercantil excluye
como tabú es el acceso al cuerpo de los otros de
la misma especie de uno para extraer de ellos, por
antropofagia, tiempo y energía.

Pero ello tampoco cae fuera de la organización
biológica: no existe venadofagia, cocodrilofagia,
elefantofagia, y así por el estilo; lo alimentario sólo
vincula a especies diferentes y la economía liga a
individuos no consanguíneos, con capacidades dis­
tintas pero complementarias.

Lo mercantil, al exigir paz, no estructura vínculos
amorosos. Definirlo significa señalar que expresa
cómo los depredadores de una misma especie
intercambian entre sí sus respectivas presas. Esto
sin que exista, por parte de cada depredador inter-
viniente, apropiación recíproca de tiempos y ener­
gías de los otros. No desde el mercado; sí desde
el capital.

La historia no sale de ese plano, no puede hacerlo;
lo social se escenifica en lo biológico, lo anexa, lo
fusiona, lo despliega. La servidumbre y el asalariar­
se, desde esa perspectiva, son iguales.
Esto se vuelve visible cuando, en referencia al tener
uno los cuerpos producidos por los otros, pero no
los cuerpos de los productores, la Macroeconomía,
define el capital de una nación como la parte de su
riqueza productiva que aún tienen tiempo de uso y
que es reproducible.

Multiplicable, en suma, pero jamás por sí misma,
no sin los cuerpos de los hombres.

Obsérvese que este modo de definir capital separa
la implicación de la tenencia por uno de los cuer­

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pos producidos por los otros para hacer el cuerpo
de los otros; al referirse a las cosas, y no a los suje­
tos, la Macroeconomía oculta las relaciones socia­
les de producción bajo las que se labora.

La biología no procede así; ella no separa nada,
integra sus relaciones.

Todo objeto alimentario es un objeto vivo y, en con­
secuencia, es reproducible. Sólo lo vivo refiere al
sexo con fecundación como una tabla de multipli­
car. Y todo objeto que se alimenta por ser también
otro objeto vivo, y que sigue vivo, es reproducible.

Por esto el consumo de lo que es reproducible por
alguien que también es reproducible exige que la
producción sea reproducible por cuanto el consu­
mo de lo que es reproducible también debe ser re­
producible.

Parece un trabalenguas, pero no lo es en realidad.

Usar el tiempo y la energía extraídos del cuerpo de
los otros es gastarlos. Sobre esta base no hay que
olvidar que se extraen siempre magnitudes finitas
de tiempo y energía del cuerpo de los otros y por
usarlos deben reponerse. Y dado que el consumo
individual destruye todo objeto de consumo es im­
posible consumir el mismo objeto 2 y más veces.
En consecuencia, para volver a consumir produc­
ción ésta exige ser reproducida, de lo contrario
todo desaparecería.

Así lo reproductivo involucra tanto a la producción
como al consumo.

Bajo esta circunstancia lo biológico, y lo histórico,
aluden al consumo por la destructibilidad de los
cuerpos producidos para sustentar las capacida­
des reproductivas de los cuerpos productores.

Esto como exigencia de que la producción de los
cuerpos producidos tenga que ser, por demanda
de la producción y del consumo, necesariamente
reproducida, es todo.

Sin la reproducción del consumo personal ningún
cuerpo productor está en capacidad de reproducir
riqueza; además, solo los cuerpos vivos son cuerpos
reproductivamente productores y consumidores.

Esto es lo que explica que el consumo individual
y el capital productivo sean partes del concepto
de riqueza; sus concatenaciones son indisolubles.
Son partes en interacción y no componentes que
se suman. En el fondo, ambos atañen al hombre, el
verdadero cuerpo productor.

En realidad, sólo la vida, en su conjunto, constituye
un bien fértil, sentencia Attali.

El capital es un bien fértil por disponer, si y sólo sí
y como relación social de producción, de los cuer­
pos productores; los artefactos por sí solos no se
reproducen ni se multiplican. Los automóviles, por
caso, no tienen progenie, ejemplificamos.

Pero definir riqueza y pobreza en relación a la can­
tidad de lo que se tiene, sea poca o mucha, oculta
un significado esencial. No se trata de la condición
de propiedad vista desde el Estado Nacional, sino
de ésta pero observada como nexo esencial entre
los individuos, objetos vivos en suma, a partir de
los cuales es factible producir riqueza.

Hablar de salarios es referirse a una forma social e
histórica específica de tener al otro y de ser tenido
por el otro como premisa que organiza y hace po­
sible la producción. Remuneraciones que pueden
expresar magnitudes mayores o menores, en sus
precios, y a partir de ellos, revelar cualidades co­
laterales atribuibles a sus magnitudes. La tenencia
del cuerpo de los otros puede ser una tenencia con
bondad o crueldad y reflejar, desde esta diferen­
cia, una relación biunívoca con las magnitudes del
salario. La remuneración alta con la bondad del
tenedor, el estipendio bajo con su crueldad de tra­
to. Cantidades que revelan contingencias sociales
pero que no modifican la cualidad del salario: dis­
poner uno del cuerpo de los otros.

La bondad o mezquindad respecto al nivel de los
salarios sean impuestas, exigibles o voluntarias, no
modifican un ápice lo referido. Los salarios deben
tener una magnitud necesaria para diferir la muer­
te de los cuerpos de los asalariados, pero la cua­
lidad que les atañe no depende de las cantidades
aleatorias en que ellos puedan expresarse.

Tener-salarios significa para quién los paga el po­
der disponer del cuerpo de los otros iguales a él,
para extraer de ellos y para sí, simultáneamente,
tiempo, energía y riqueza.
Asalariado es aquél cuyo cuerpo en acción no le
pertenece a sí mismo; es todo.

Es una perversión adjetivar la expresión cuantita­
tiva de las relaciones sociales para borrar lo cuali­
tativo que las identifica. Lo cierto es que cualquier
valor que alcancen, sobre un rango definido de re­
muneraciones, no va a engendrar cualidades mo­
rales.

La semejanza de esto con la organización biológica
no es casual; para estar vivo únicamente se puede

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Carlos León González

extraer tiempo y energía de los cuerpos ajenos; la
similitud con el capital, en tanto que relación social
para producir, está a la vista. Para formar riqueza
y acumulación es preciso extraer tiempo y energía
del cuerpo de los otros. Biología y Capital, vistos
como sistemas de organización de la vida, natural
y social, son, estrictamente amorales.

Es imposible extraer tiempos y energía de los cuer­
pos inactivos y del cuerpo de uno mismo para uno
mismo; la organización de la naturaleza lo prohí­
be. El capital siempre demanda la acción de los
cuerpos ajenos y los individuos que integran las
especies también: las gacelas no podrían ser ca­
zadas por los leones si ellas no hubiesen previa­
mente desplegado una actividad eficaz en producir
el cuerpo que los leones toman; los trabajadores se
educan, por su cuenta, para alcanzar la condición
de trabajador asalariado.

Así, el punto de partida de estructuración del ca­
pital, por lo argumentado, es un presupuesto de
la organización biológica basada en la tenencia de
los cuerpos ajenos. Por esto es imposible obtener
realizaciones sociales valiosas que no estén sus­
tentadas en la biología. No hay otro marco de po­
sibilidades. Todos actuamos para perseverar en la
realidad.

A partir de esto lo que es observable alude a la
diversidad de formas de estar en el mundo.

En Biología cada forma de vida es un modo de
habitar el mundo; en la sociedad, no importa que
forma de vida social la presida, sucede lo mismo.
La mayor variedad, en ambas, se encuentra en las
profesiones ejercidas. Ser un león es una actividad
profesional pues se vive como tal. Ser un sembrador
de arroz es otra manera profesional de ser y estar
vivo. Cualitativamente no vemos diferencias. En bio­
logía la actividad profesional diseña el cuerpo del
objeto vivo. En la sociedad no ocurre así, hay diseño
de los nexos sociales y de las actividades concretas
que desde ellos puedan demandarse; no hay cuer­
pos distintos, como miembros de una especie to­
dos somos mellizos. Pero podemos advertir formas
genéricas de permanecer. Hoy, por caso, vemos a
los empresarios, quiénes disponen del cuerpo de los
otros; miramos a los asalariados, cuyos cuerpos son
tenidos por los otros; visualizamos a los pequeños
productores independientes, quiénes evitan ser teni­
dos por los otros y advertimos a los desempleados,
aquellos que demandan y exigen ser tenidos por los
otros; se forja así una muy sumaria tipología.

Lo último, los desempleados, alude a una de las
preocupaciones centrales de la Macroeconomía:

alcanzar el pleno empleo, objetivo imposible por
lo que es normal en ella como su fundamento, la
expansión del PIB; finalidad inhacedera sin la exis­
tencia de recursos ociosos. Y, a la vez, el desem­
pleado revela la peor forma de estar en este mun­
do, precisa el concepto de riqueza y su contexto, lo
constriñe. Pero configuran un espacio: reconocer
vínculos de propiedad para producir en los nexos
sociales de los individuos y nos obliga a reparar en
que sin tales vínculos sociales la reproducción de
la producción no se verificaría.

Por eso la primera expresión de la propiedad tuvo y
tiene que ver con lo que se hace para tener.

Ello tiene un sentido de equilibrio: lo que yo hago
es mío, lo que tú haces es tuyo.

Así el efecto alcanzado es doble.

En primer lugar, socialmente, la ganancia pertene­
ce al poseedor de los cuerpos ajenos y deriva de la
propiedad que él compromete en la producción; el
salario pertenece a los cuerpos tenidos por los em­
presarios y se desprende del hacer de los cuerpos
ajenos que han sido tomados por uno. En segundo
lugar, hay una apariencia de igualdad entre ambos:
cada uno recibe la parte que le corresponde por la
propiedad que inserta o compromete en la produc­
ción; la acumulación originaria no aparece.

Así la toma del cuerpo de los otros, visible en bio­
logía, se oculta histórica y socialmente, más aún
cuando al salir de la empresa el cuerpo tomado por
el otro vuelve a ser de su dueño, transitoriamente,
hasta el día siguiente.

De ahí que la pobreza parezca no surgir de los ne­
xos productivos sino de algo ajeno a ellos: del tener
poco. No del tener poco a partir de los nexos pro­
ductivos bajo una condición social específica. La
mirada va del sujeto a las cosas, no a la mediación
socialmente productiva entre los sujetos. Así los
desempleados son pobres por no tener lazos pro­
ductivos; pobres por no tener a quién entregar su
cuerpo para que lo tome, desgracia que forma una
razón de ser a la Macroeconomía. A partir de ahí el
Estado puede combatir la pobreza, entregar bonos
y nombrarlos a su gusto. Decir bono de desarrollo
humano es más elegante y enceguecedor que reco­
nocerlos como bonos de la pobreza.

Sobre esta base todo causal de tener poco se ex­
plica por fallas institucionales no articuladas a las
relaciones sociales productivas. Pobreza no sería
entregar el cuerpo propio a otros para que éstos
apropien el hacer de uno; esto no sería visible y

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Riqueza y Pobreza

menos aún si se fuese remunerado con mucha bon­
dad. Cuando no es así el tener poco aparece sujeto
a la mediación productiva hasta que los salarios
puedan bautizarse, por cualquier política, como
dignos.

Ser tenido el cuerpo de uno por el otro, en bio­
logía, significa ser alimento del cuerpo del otro y
morir para poderlo ser. Y, en economía, ser tenido
el cuerpo de uno por el otro, no implica la muerte
de uno por la acumulación del otro. En biología se
pierde la vida pero no la libertad; en la sociedad
tiende a ser lo contrario.

En realidad, salarios y beneficios expresan una re­
lación biunívoca con la pobreza y la riqueza res­
pectivamente; en tal lazo es que se estructura la
distribución de la propiedad y de la producción. Y
el tener, poco o mucho, como medio de diferenciar
a los sujetos, como ricos y pobres, se manifiesta.
Pero se evidencia en una dimensión muy precisa
que define el ser rico o el ser pobre en el marco
de las relaciones productivas que cobijen a ambos
cuerpos.

Rico, precisa Mathieu, es quién tiene los medios
para hacer vivir a los demás; pobre es quién no
posee los medios para vivir por sí mismo. Rico es el
fuertemente necesitado de los tiempos ajenos para
poder ser tal y es pobre en cuanto a eso, plantea.
Así todos quiénes social e históricamente, dispon­

gan, para ser productores, del cuerpo de sí mismos
y que puedan existir así de manera independien­
te, aunque tengan poco o muy poco, están fuera
de esas relaciones. Decir, por caso, que los Taro-
menani, un pueblo no contactado existente en el
bosque amazónico, es pobre, por vivir con poco,
es un contrasentido, esto por cuanto ellos están al
margen de las relaciones productivas generadoras
de riqueza y pobreza.

La Naturaleza no hace distinciones de este tipo en­
tre sus especies y menos entre los individuos que
las conforman, no hay leones ricos ni leones po­
bres; las relaciones sociales no yacen en las cosas
aunque estas sean contenidas por ellas.

Así los conceptos aparecen definidos por la cuali­
dad de las relaciones que problematizan o descri­
ben, y no precisamente por las magnitudes en que
ellas puedan expresarse.

Por esto resulta imposible enfrentar y vencer a la
pobreza sin abolir las condiciones sociales produc­
toras del asalaramiento. No se trata de tener o re­
cibir algo más sin dejar de ser asalariado. Lo que
refiere NN. UU, como modo de definir la pobreza,

es una forma falsa, aún cuando la situación ma­
terial de los pobres pueda ser mejorada desde el
tener poco al tener algo más o menos poco.

Falsa porque disocian el salario del tener poco y
porque atienden el tener poco sin afrontar el asala-
ramiento o la falta de él

El desempleado, cuyo cuerpo no es tenido por na­
die, no es pobre porque no tenga ingresos; es in­
digente por cuanto no puede llegar, ni siquiera, a
ser pobre. Esto porque las condiciones sociales de
distribución de la riqueza y/o de desarrollo de la
producción, hoy, no demandan tomar tantos cuer­
pos como antes.

Entregar la propiedad de empresas a sus trabaja­
dores no es hacer a éstos ni ricos ni pobres. Es co­
locarlos, colectivamente, en una condición similar
a la del artesano. Es, pese a seguir estando sujetos
al mercado, extraerlos de las relaciones sociales
productoras de riqueza y pobreza, al menos tran­
sitoriamente.

Por tanto, el combate a la pobreza únicamente
puede consistir en arrancar a los individuos de las
relaciones sociales que la generan. Es hacer que
ellos tengan el control de sus propios cuerpos para
producir y que no sean tenidos por los otros. No se
refiere a tener sino a no tener, a salir de las rela­
ciones de propiedad desde las cuales los cuerpos
pueden ser poseídos por sus no propietarios.

Transferir, por diversidad de razones o motivos so­
cialmente legítimos, parte del presupuesto estatal
para pagar ingresos por cuidado o maternidad y
con el fin de potenciar accesos al mercado como
compradores, no atiende sólo a los subsidiados,
también se apoya al beneficio al facilitar el acceso
a los mercados; tal política no toca a las relaciones
sociales productivas. Y menos aún lo hará al poder
reconocer que la producción social no desprecia
los subsidios estatales.

En consecuencia combatir el tener poco, no es
erradicar la pobreza si ésta es definida por la te­
nencia del cuerpo de uno por otros.

“El pobre es indispensable para la conquista del
poder, la propaganda, la recolección de fondos y
fructíferas carreras personales; o en todo caso para
la comodidad intelectual y moral. Suprimir eficaz­
mente la pobreza sería a largo plazo destruir una
materia prima irreemplazable”, escriben, Paternot
y Veraldi, y no es una casualidad esta postura.

No lo es; la creación de ahorro y acumulación se ha
asentado, por siglos, en la formación de pobreza

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para generar riqueza; ha tenido su vía preferida,
ahorrar por la ruta de contraer los costes de pro­
ducción al reducir la significación de los salarios en
él, pero no es ni ha sido el único camino; se puede
ahorrar también por la vía de lo que Marx llamó
capital constante.

En todo caso, la existencia de ahorros en la produc­
ción que se traducen en precios menores, suponen,
de conjunto, que para producir y vivir se necesite
menos. Y si pensamos tal condición como norma
de organización de la producción, veremos una
orientación de la producción social que aunque
esté incubada en los nexos entre salarios y ganan­
cias, no se refiere a ambos.

Hablamos de una orientación de la producción y
del consumo individual, que Senge llama la revo­
lución necesaria, y encaminada a necesitar menos
recursos, menos materialidad.

Un necesitar menos de la producción que converge
con el tener poco uno, suavizándolo, y cambiando
su cualidad.

Hablamos de un desarrollo de las relaciones en­
tre pobreza y riqueza opuesto al desarrollo de los
lazos entre riqueza y pobreza; el crecimiento ha
empezado a ser, en la teoría, sustituido por el de­
crecimiento, el tener más por el necesitar menos.
El transporte público, un vehículo para muchas
personas, frente al transporte privado, práctica­
mente un vehículo por persona, es por sí mismo
más barato. Un buen transporte público permite
no desear transportes privado, hace factible aho­
rrar recursos y, en consecuencia, desear menos
como sociedad e individuos. Y si este transporte
se ofreciera a precio cero, haría posible que, indivi­
dualmente, se desee aún menos; no sería necesa­
rio que el salario contenga el precio del transporte
si este precio no existe; ejemplificamos.

Un desear menos que emerge del desarrollo del
ahorro a través de las relaciones entre pobreza y

riqueza, pero que no se limita a ellas y que tam­
bién se contiene, globalmente, en el decrecimiento
de las tasas de fecundidad y luego de la magni­
tud de las poblaciones humanas, un tener menos
hijos por la mayor eficacia y eficiencia alcanzada
por el motor demográfico. Es raro hoy que los hijos
mueran antes que los padres. También se ha vuelto
innecesario el tener muchos hijos para ganar la se­
guridad, por una mayor cantidad de nacimientos,
de que unos cuantos sobrevivan.

Tener menos hijos, tener menos población y de­
mandar menos energía y recursos materiales para
producir, todo a la vez, es liberar a parte de la cir­
culación de masa y energía de tener que dirigirse
hacia nosotros; premisa de recuperación de la bio-
diversidad.

Es como si de algún modo desapareciésemos no­
sotros; es poseer una Tierra con más humanidad
pero con menos humanos.

Curioso epílogo éste, un tránsito de la historia que,
de lleno, nos lleva hacia la biología, hacia la ex­
tinción de la macroeconomía como enfermedad
mortal del hombre, hacia la salida de éste de la
condición de pobre hombre, hacia la negación del
tener más como expresión de conducta individual
por su opuesto, el desear y tener menos equipaje,
y hacia el sustento de la libertad individual sobre la
base de tal premisa.

Tener lo que se hace se vuelve aquí el poder hacer
que se desee menos; el desarrollo de la produc­
ción, del conocimiento y de la técnica ha estado
ligado a ello y hoy tal cuestión es harto visible.

Así resulta que los pueblos no contactados, indivi­
duos libres de las relaciones entre riqueza y pobre­
za y, por lo demás, habituados a desear y necesitar
poco, nos ofrecen, conceptualmente, la cualidad
del futuro, el horizonte del desarrollo productivo
para sobrevivir o perseverar en la realidad como
especie biológica.

Econ. Carlos León González
Docente Facultad
Universidad de Guayaquil
Email: legoncar@yahoo.com

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