Revista de la Universidad de Guayaquil

EL PSICOLOGO CLINICO EN EL HOSPITAL
GENERAL

Mariana Ollague Córdova

El desarrollo tecnológ ico de las Ciencias
Biológicas es cada vez mayor, permitiendo que el
conocimiento biológico del cuerpo sea cada vez mejor,
aunque este saber no vaya acompañado del
conocimiento del sufrimiento del enfermo.

Según Leriche, sufrim iento, término que
incluye al dolor, aunque designa, del modo más
general, el estado de tensión interna que ha de
culminar en una resolución especialmente en las crisis
que señala el apogeo y el fin de las afecciones.

En el discurso médico, el sufrimiento se
llama dolor, fiebre, opresión; para el médico sólo

existen signos y síntomas en tanto son agrupables en
los significantes que constituyen un síndrome ubicable
en la nosología médica.

Se percibe, entonces, que ex iste una
dicotomía entre los conocimientos que se tienen en el

cuerpo b io ló g ic o , su enseñanza, su e ficac ia y la
multiplicidad de síntomas, quejas, sufrimiento de los
cuerpos vivos que no responden a esa ciencia y se
convierten algunas veces en obstáculo para el trabajo

médico

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Mientras la ciencia expande más su dominio
sobre el cuerpo b iológico, más desprovisto está el
sujeto de ese cuerpo, por el anonimato que le
impone esa misma ciencia que lo diagrama, lo

contabiliza, y, su dolor de vivir, sus síntomas, sus
quejas irrumpe por todos los ejes científicos.

Muchos valoramos los e fec tos de los
progresos de la cienca en la relación de la medicina
con el cuerpo, pero percibimos también que el ser
vivo es excluido del conocimiento del cuerpo por
parte de esa ciencia, en tanto no es reductible a lo
biológico. Un cuerpo tratado como objeto científico
deja escapar la dimensión de la especificidad de tal
sujeto como cuerpo.

El cuerpo vivo es el de un ser que habita
un lenguaje en relación con una imagen específica del
cuerpo; sus posibilidades de sufrimiento y de placer
están relacionadas con una historia particular, con sus
fantasmas particulares que jamás llegarán a ser
generalizados como objetos de saber, pero que para él
conforman su verdad.

Los síntomas del enfermo, su sufrimiento,
están relacionados con el hecho de que cada ser
habla en su interior de unas significaciones, de unos
principios bien precisos que distinguen a un individuo
de otro.

La diferencia que existe entre el cuerpo en
general y un cuerpo en especial, está representada por
el discurso particular que anima a esta cuerpo.

Lo intrincado de la noción de un síntoma
expresado en palabras y sostenido por otras palabras,

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en relación con los ejes de cualquier vida: la
muerte, el goce , la angustia, el poder; es .una

deducción complicada de un síntoma dado; aparece
entonces el malentendido el cual se percibe en la
diferencia entre la queja del enfermo y lo que el
médico demanda del p s icó logo con relación a ese
enfermo.

De lo que dice el enferm o, el médico
retiene exclusivamente lo que resuena en el discurso

médico. Como dice Ginette Raimbault, para él carece
de importancia si el enfermo tuvo su primer dolor
precordial el día en que murió su madre; la fecha
de esa muerte só lo le interesa como punto de
referencia cronológica d e l . inicio de la enfermedad; no
tiene nada que hacer en el sufrimiento del enfermo
en tanto no se limite al espasmo y a la obliteración
de la coronaria. No dejará que el enfermo hable
demasiado de su vida y de los elementos que no son
integrables al discurso médico, es mejor que no hable

porque puede cansarse y, además, no tiene tiempo y
hay otros enfermos que lo esperan.

La dificultad que conlleva el trabajo del
psicólogo clínico en el hospital general está relacionada
con:

La institución hospitalaria, y,
La enfermedad orgánica.

En cuanto a lo institucional, el trabajo en
el hospital difiere de su práctica privada, puesto que
está en una unidad médica y el enfermo no ha

venido a consultarle a él en cuanto psicólogo, sino
que ha sido referido por el médico, y por lo tanto
no tiene demanda propia para un trabajo psicológico.

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En lo referente a la enfermedad orgánica,
muchas veces nos encontramos con enfermos cuya
muerte real tiene una proximidad previsible, y en cuyo
sufrimiento físico deambula una palabra posible; detrás
de aquello que es nombrado, está lo innombrable, la
muerte. Parece que no hay nada en los tratamientos
psicológicos con estos enfermos que sea tan cotidiano,
constante, encarnizado como la polusión de la muerte;
le pone trabas a la palabra, es aquello en lo que
está presa, la hace hablar en falso, tropezar, titubear.

El choque visual de una mutilación en su
realidad material, podría infundir la suficiente mesura,
como Dara ocultarnos la realidad psíquica.

En el hospital, el p s icó logo es para el
médico, o el especialista, o el lugar donde se pueden
derivar esos enfermos que no tienen nada que la
medicina pueda curar como por ejemplo: los enfermos
terminales y los histéricos con síntomas conversivos o
somatizaciones.

En otras ocas iones esK llam ado como el
técnico de las relaciones interpersonales para que
realice el diagnóstico de dichas relaciones y para su
tratamiento; entre el enfermo y su familia, entre el
personal, miembros de un servicio.

El psicólogo es requerido para que forme
grupos con enfermos de patologías comunes como por
ejemplo: artríticos, diabéticos, hipertensos, etc. Se
le pide dicte cursos o conferencias sobre diversos

temas de su especialidad; también para que participe
en tareas comunes de investigación.

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En el trabajo con los m é d ic o s , el

descentramiento de la escucha del psicólogo en relación
con el discurso médico global, se hace más difícil a
causa de la repetición y peso de este discurso; ese
peso es más aplastante ya que es va l id ad o

aparentemente por unas realidades anatómicas, sociales,
históricas.

El psicólogo escucha una gama de discursos:
imprevistos, parcelados, contradictorios, discontinuos, etc.;

unas veces se encuentra con discursos mantenidos en
monopolio y otras con discursos silenciosos. Más allá
de esas diferencias, el profesional procede al análisis

de la demanda del médico y del enferm o, con esa
escucha descentralizada en relación con ella, siguiendo
el hilo de sus puntos teóricos de referencia.

El p s ic ó lo g o está ahí para dejar que el
enfermo ponga en palabras su sufrimiento y escuchar
lo que dice. Encontrar el lugar que uno ocupa en
sus p regu n tas , en sus dudas, en sus c r ee n c ia s .
Hacerle preguntas sobre la realidad psíquica de los
dem ás y a la suya propia , en lugar de ju zg a r la ,
clasificarla o suponerla evidente. Pero, esa puesta en

juego, ese ejercicio omite todo lo que es constumbre,
h áb ito , v e lo , todo lo que nos preserva tanto del
sufrimiento como del goce.

El psicólogo en el hospital corre el riesgo
de hacer terapia "a lo sa lvaje" , de ponerse com o
m o d e lo , de funcion ar en lo im ag in ar io o sea
respondiendo a las diversas preguntas de unos y otros
con sus propios fantasmas.

Estas d if icu ltades las encontram os de una
forma muy precisa en el hospital general con pacientes
orgánicos que en el tratamiento con neuróticos.

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En ciertas patologías graves, en ciertos casos
de invalidez permanente como por ejemplo: cáncer,
cuadriplejía, paraplejía, etc. Aún cuando se le haya

dado una información clara y completa, es sorprendente
cuando tiempo después la familia o el enfermo hacen
las mismas preguntas, a ls que se les había dado ya
respuesta. Aquí percibimos el despliegue de toda una
gama de mecanismos de defensa contra la aceptación
de la realidad, que van desde la incomprensión hasta
la deformación de la información, desde la ausencia
de reconocimiento hasta la denegación.

Ubicar esos m ecanism os de defensa que
cortan la comunicación, es posible si se deja que los
enfermos hablen y si se les escucha. Empero, para
escuchar y para dejar que la familia y el paciente
hablen, cada uno de nosotros debe permenecer atento
a sus propios fantasmas, a sus propios estereotipos.

BIBLIOGRAFIA

CLAVREUL JEAN. El orden médico. Argot Compañía del Libro, S.A, España, 1983
LACAN JACQUES. Seminario VII. Paidós. Buenos Aires, 1990
MANNONI MAUD. Lo nombrado y lo innombrable. Ediciones Nueva Visión. Buenos
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RAIMBAULT GINETTE. El psicoanálisis y las fronteras de la medicina. Editorial Ariel,
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