Opinión
REVISTA Científica. No. 115. ISSN 1019 - 6161 Enero-Abril 2013
58 REVISTA UNIVERSIDAD DE GUAYAQUIL
certi caciones médicas, las consultas por escrito y de pala-
bra dichas y escritas con estilo bárbaro, con voces exóticas
y horrísonas. Todas estas manifestando la falta de verdade-
ra Lógica y de la buena Retórica entre los falsos médicos”.
Por el estilo, sigue Espejo discurriendo sobre la falta de
los buenos textos y cita a libros y autores que considera
fundamentales y luego, volviendo a dejar volar su espíri-
tu crítico, con una inocultable dosis de vanidad, inquiere:
“Lo que debo hacer ahora es preguntar ¿si hay mucho ni
poco de esta noticia literaria en Quito?. Es tal la pobreza
de esta y la de los libros buenos, que por casualidad se en-
cuentra alguno razonable. Prueba de esto y de lo que he
a rmado de la necesidad que hay de la anticipada noticia
de autores que debe tener el estudiante, es la siguiente
historia. Conozco a un profesor público que, cuando esta-
ba en los principios de su estudio médico, no tenía más
que a Rivera, pobrísimo autor de nuestra nación en sus
instrucciones, más ese tomo no era suyo, y por lo mismo,
se veía en la obligación de transcribirlo de su propio puño.
Pero este mismo estudiante que no tenía ni siquiera idea
de que había otro orbe planetario de mundos innumera-
bles, en línea de literatura, díjome a mí (que burlaba algu-
na vez su pérdida de tiempo en librejo tan inútil) que “no
había cosa mejor que la Quinta Esencia Médica de Rivera”
“¡Qué tal afrenta de nuestros progresos literarios! ¡Qué
tal medicina la nuestra!”.
“Sea lo que fuere”, añade, como reponiéndose, “con el
conocimiento de los buenos autores, es bien que el estu-
diante busque un maestro que de viva voz le dirija, que
haga de catedrático, que le diseñe las materias, que le
ponga a la vista la necesidad de aprender de memoria
unas buenas instituciones médicas. Pero digo la verdad
delante del Dios vivo que nos ha de juzgar, que no he
visto un sujeto en tiempos anteriores que pudiera seguir
esta dirección. Es verdad que conocí a un ex jesuita que
alcanzaba estos principios y era el padre Ignacio Liro, ale-
mán; pero no vi que este enseñara a ningún individuo de
esta ciudad, sino no es que se diga enseñanza académica
la asidua y perenne conversación física que tenía este con
cierto lósofo quiteño, deseoso de tener entrada cientí -
ca en los conocimientos humanos.
Pero a vuelta de esto, vi que el año de 1763, el hombre más
inepto de toda la tierra, sin tintura alguna de medicina, sin
un átomo de gramática latina, en una palabra; un empírico
desgraciado y desnudo de todo conocimiento, se atrevió
a hacer de maestro de medicina; y con efecto, tomó a
su cargo algunos estudiantes que no sabían por dónde ni
quien los habría de gobernar. ¿Cuál sería su magisterio? ¿Y
de estos, cuál sería su adelantamiento?. Puede considerarlo
cualquiera que tenga un ápice de sentido común. Si no los
concibiese bien, o dudase de esta verdad histórica, haga
juicio por los efectos.
El tal buen maestro, pues, puso en manos de ese infeliz
discípulo a Francisco Suárez de Rivera, autor español de la
Quinta Esencia Médica; la peor obra de instituciones físicas
que ha salido de pluma mortal. Es preciso ver esta obrilla
ridícula, para hacer juicio de cuan despreciable y pernicio-
sa es a la salud pública”.
Continúa de largo, don Eugenio con, la diatriba contra los
malos textos y pasa raudo a la crítica de los exámenes.
No los canso, Dejo para sus lecturas los sabrosos textos que
cierran este capítulo sobre los falsos médicos y también sus
célebres re exiones.
Insisto en lo provechoso que sería instaurar una cátedra
Eugenio Espejo en todas nuestras facultades de Medicina.
El espíritu siempre inquieto del duende colonial iluminaría
el porvenir y dotaría de una condición superior a nuestros
futuros discípulos de Esculapio.
Queda nalmente la propuesta de realizar, al menos, un próxi-
mo taller sobre educación médica, convocado por las faculta-
des de medicina en homenaje al precursor de tantas cosas en
nuestro país, precursor también de la calidad y la ética, el hu-
manismo y los valores cívicos, en la enseñanza de la medicina.
Hoy, Día del Médico, permítaseme nalmente señalar
como re exión para el futuro, que entre otros valores y
patrimonios que el Ecuador y especialmente nuestra que-
rida ciudad de Guayaquil deben recuperar, están, en un
claro primer plano, los referidos la gloria de sus grandes
médicos, ejemplo de vidas consagradas a lograr un irrem-
plazable acervo institucional a partir de un amplio pres-
tigio continental y mundial. La Historia de nuestra medi-
cina es otra clave a instalar en los procesos de enseñanza
de la noble profesión de Alejo Lascano, de Julián Coronel,
de Abel Gilbert, de Juan Tanca Marengo.
Muchas gracias por vuestra atención.
Dr. Francisco Huerta Montalvo.
Docente de la Facultad de Jurisprudencia
Universidad de Guayaquil
E-mail: huertaf@granasa.com.ec
Artículo recibido: 01/Marzo/2013
Fecha aprobado: 15/Marzo/2013