REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE GUAYAQUIL
desoladora im petuosidad, y no hay lugar a quejarnos de injusti
cia. El Cotopaxi, el Tungurahua, el Pichincha, estos fastuosos
em peradores, son nuestros tiranos; grandes, bellos, pero tiranos:
son a veces amables, cuando les vemos desprendiéndose de la es
fera, am antados con su argentina capa, hiriendo el firm am ento
con la frente. Pero cuando respiran, respiran fuego; y cuando
hablan, hablan truenos; y cuando obran, obran desolación y rui
nas: fabricantes de sepulcros, arquitectos de la m uerte, su cien
cia es mágica, sus operaciones concluidas y perfectas: la que
ayer iue ciudad alegre y bulliciosa, hoy es funesto cem enterio;
los tem plos y palacios paran en tum bas, y las puertas de las habi
taciones sirven de lápidas funerarias. E uropeo, tus m ontes son
niños al lado de los nuestros: aqu í donde el hom bre es todavía
dim inuto, es grande la naturaleza. Contem pla el Chimborazo,
este m agnífico Sesostris de la creación, alzado aquí en su tron o,
cual dictador del universo: riqueza, belleza, pom pa, majestad,
nada le falta. Si este personaje tiene espíritu, es u n dios; si no es
más que u na gran fábrica, en bajando el Todopoderoso a habitar
el m undo con toda su magnificencia, lo tom aría p or su alcázar.
Y esto ¿qué vale si él y sus semejantes son leones dorm i
dos? Cuando despiertan nos echan garra y nos devoran. Mira
allá ese volcanillo en la parte occidental de la cordillera: no se
alza a mayores, no desafía a los m ontes de alcurnia dom inante,
no dice nada, y apenas se llama Cotocachi. Am aneció un día, y
este hum ilde segundón h a b ía conspirado, y con tal furia y efica
cia, que se lo llevó todo a sangre y fuego. Descalabrado el mis
mo, allí se está hum eante y feroz contem plando sus estragos;
cien pueblos yacen m udos a sus plantas: los valles son abismos:
bailaron como azogue las colinas y se desbarataron: sintieron las
planicies u n ím petu interior, y dieron paso a nuevos cerros, que
allí se plantan insolentes, sin que se sepa de donde asoman ni
que piden: crujieron las peñas y se desollaron con pavoroso es
truendo: abriéronse los valles en anchas y largas quiebras, de las
cuales se levantan negras mangas de hum o pestilente: hincháron
se los ríos y se derram aron, m ugiendo fuera de sus márgenes:
hirvieron los lagos en m ontones de sanguinolenta espum a, com o
soplados por las legiones infernales: desaparecieron las fuentes
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