MUJERES
Por: Eulalia Barrera B.

El hablar de la mujer es para mí tema de preferencia. Me
gusta hablar de ellas, las de mi patria y las de otros sitios; todas,
todas tienen vidas sugestivas que debemos conocerlas, que mere­
cen contarse.

Sabiendo mi predilección por este tema, Elias Muñoz V i­
cuña ha tenido la bondad de enviarme algunas biografías feme­
ninas que, com o director de la Imprenta de la Universidad de
Guayaquil, han sido editadas; ellas han sido un homenaje al Año
internacional de la Mujer. Los libros editados deben ser muchos,
apenas me han llegado unos seis cuadernos, me gustaría con o­
cerlos todos.

Serán tan interesantes y amenos y descubrirán vidas: trági­
cas, ardientes, heroicas, patrióticas, mujeres que escriben, que
hacen versos; heroínas que surgen en un m om ento dado, poeti­
sas que tienen el verso y el laúd para cantarlos; mujeres todas de
exquisita sensibilidad y talento que tienen parte importante en
nuestras letras y en la vida ecuatoriana.

Mi primer libro leído de esta colección fue “ Isabel G od ín ” .
Cóm o es de impresionante, apasionante y admirable esta figura
heroica; recuerdo que hace algún tiempo, mi amigo Augusto A-
rias me mandó su libro “ Motivos de A n teo” , escribí sobre uno
de sus relatos, sobre Isabel de Godín. Es figura que admiro, me
parece sobrenatural; hay vidas que debemos conocerlas, esta es
una de ellas.

Luego he leído con intensa em oción: “ Dolores Veintimilla
de Galindo” ; esa poetisa quiteña cuya vida novelesca y cuyo fi­
nal trágico debió hacer sentir a muchos enorme responsabilidad.

REVISTA DE LA

simplemente Charlas y que reproduce los artículos que bajo es­
te epígrafe se publicaron en la segunda década del presente siglo,
más concretamente desde 1911 a 1918 en los ya nombrados pe­
riódicos El Guante y El Grito del Pueblo. Dicho libro lo esta­
mos comentando antes de preleerlo com pleto porque antaño en
nuestra niñez y juventud ¡cuántas veces habíamos leido!

Debemos este júbilo a la gentileza del señor Rector de la
Universidad de Guayaquil, el ilustre arquitecto, don Jaime Pólit
Alcívar y, al editor responsable, don Elias Muñoz Vicuña que
me han hecho llegar las Charlas del inolvidable Ernesto Mora,
pseudónimo de Manuel J. Calle. Mil gracias y todo honor a quie­
nes han hecho tanto honor a Calle, cuya pluma casi nadie ha
podido igualarla en altura, agilidad, dominio del idioma y lati­
guillo inteligente y oportuno a cuantos se decammaban o com e­
tían atropellos y alcaldadas en esos tiempos en que los dos gran­
des partidos del Ecuador, los únicos que se dividían la patria, e-
ran el conservatismo y el liberalismo. Gracias por habernos da­
do la oportunidad de recorrer nuevamente las Charlas, por ha­
bernos refrescado todos esos quehaceres— oscuros a veces, lim­
pios otras veces— que sucedieron hace sesenta años y que no
por viejos los hemos olvidado todavía.

Decíamos al comienzo que los artículos periodísticos son
efím eros; pero, no lo son los de Manuel J. Calle, no lo son los
que bajo el título de Charlas se publicaron a principio de siglo.
No lo son porque muchos de ellos podrían asomar en los diarios
de hoy com o recién nacidos; no lo son porque lo que ha hecho
la Universidad de Guayaquil— publicar las Charlas en una ele­
gante edición— es precisamente porque los escritos de Manuel
J. Calle no han perdido vigencia.

Nadie mejor que Remigio Crespo Toral ha dicho lo que di­
jo hace muchos años en un famoso soneto:

El rayo de su pluma que condensa— fuego de incendio en
acerado filo— por corriente vital, febril, intensa— va, torna, a­

UNIVERSIDAD DE GUAYAQUIL 171

vanza sobre el frágil, hilo de la intrincada malla de la prensa-
rayo fecundo, al parecer tranquilo— tumultuoso después, de
fuerza inmensa— que se esparce en las lumbres del estilo;— chis­
pa que a la em oción despierta y salta— que tienta y hiere, pero
siempre exalta en explosión de espiritual derroche. . .— Mas el
sutil alambre se deshace— cortada la corriente, luego se h a ce -
la espesa sombra de esta larga noche . . .

CRONICA

Inauguración del Laboratorio
Dr. ARNALDO RUFFILLI

Conferencia dictada el l 1? de junio de 1984 por el Profesor
Ing. Luis Marín Nieto, en el Acto de Inauguración del La­
boratorio Dr. Arnaldo Ruffilli, dentro del Programa del LI

Aniversario de la Facultad de Ciencias Matemáticas y Físicas
y, de la Sociedad Ecuatoriana de Mecánica de Suelos y Rocas.

Damas y Caballeros:

Para hablar del Laboratorio Ruffilli y de la Sociedad Ecua­
toriana de Mecánica de Suelos y Rocas, en el Aniversario de la
Facultad de Ciencias Matemáticas y Físicas, es necesario inscribir
estos temas en la historia de la Ingeniería del Ecuador y, en
particular, de la costa ecuatoriana.

¿Cuál fue el aporte de los españoles al desarrollo de nues­
tra tecnología?. Yo diría que muy poca. La rueda, muy ütil en
la meseta castellana, no fue necesaria en el sistema de comunica­
ción, puesto que el nuestro fue fundamentalmente fluvial y ma­
rítimo. Lo mismo ocurre con la construcción de viviendas, donde
los pesados muros europeos no fueron posibles en nuestros sue­
los costeros y, el español quedó asombrado ante la desconocida
técnica de los pilotes, usados milenariamente en nuestro país.
Porque mientras las estructuras europeas eran calculadas para gra­
vedad, las nuestras, por el contrario, su diseño cubría fundamen­
talmente corte y momentos flecfores. El "calce", que todavía lo
utilizan nuestros carpinteros de ribera, es el invento más ingenio­
so de cimentación por sus múltiples funciones estructurales. Lo
mismo podríamos hablar de nuestra industria naval- precolombi­
na, pero eso sería cansar a nuestros invitados.

REVISTA DE LA

Es d paso del feudalismo al moderno capitalismo, en
el siglo XIX, el que presiona a la sociedad por una tecnología que
satisfaga su necesidad de expansión.

La concentración urbana, el comercio interior, la exporta­
ción de materias primas, etc., demandó la utilización del ferroca­
rril, de viviendas de varios pisos, de puentes, canalización, etc.,
etc., que fueron los elementos que obligaron a la enseñanza de la
ingeniería y la arquitectura.

Hagamos un poco de historia contemporánea.
El Decreto de don Pedro Carbo, Jefe Supremo de
la provincia dd Guayas, d 15 de septiembre de 1883,
incluyendo en su Capítulo 5? la enseñanza de la In­
geniería Civil, con las materias: Trigonometría, Me­
cánica, Química, Arquitectura, Construcción de Puen­
tes, calzadas y ferrocarriles, Topografía y Geodesia y
Dibujo Arquitectónico y de Planos. Pero pasó cer­
ca de medio siglo, hasta 1930, en el rectorado del
Dr. Luis Felipe Cornejo Gómez, cuando funciona el
Curso de Arquitectura, dirigido por el profesor Fran­
cisco Maccaferri, quien dictaba las cátedras de Dibujo
e Historia de la Arquitectura- Más adelante, en 1931
se contrata los servicios de los profesores: Ing. Ro­
berto Espíndola, chileno; Ing. Francisco Manrique y,
al joven doctor Cyrano Tama, recién llegado de Ale­
mania. También se contrataron a los ingenieros: Ale­
jandro Andrade Yánez, José Antonio Gómez Gault
y al Dr. Ing. Arnaldo Ruffilli, italiano, éste, entre
otros.

Pero esto no era suficiente. En 1933 se resolvió fundar la
Facultad de Ciencias Matemáticas y Físicas de la Universidad de

UNIVERSIDAD DE G U AYAQ U IL 177

C .raqui], siendo Rector el Dr. Carlos Arroyo de’ Río, dando
¡ricio nuestra Facultad en condiciones muy precarias todavía. En­
tonces se estableció un ciclo común para estudiantes de Ingeniería
Ci'il y Arquitectura hasta el tercer curso.

Como por Ley no podía ser Decano ningún extranjero, se
lo eligió al Ing. José Antonio Gómez Gault y sub-Decano, al Ing.
Alejandro Andrade Yánez, primeros personeros de nuestra Facultad.

Anecdóticamente, en cuarto curso había un solo estudiante
de Arquitectura, quien se matriculó también en Ingeniería Civil,
graduándose el 19 de septiembre de 1938, el mismo día como In­
geniero Civil y como primer Arquitecto de la Universidad de Gua­
yaquil. Se trataba de nuestro ex-profesor el Ing. Arq. Héctor Mar­
tínez Torres. Pocas semanas antes Pedro Manrique Acevedo, nues­
tro genial maestro, se había graduado de Ingeniero Civil, asimismo,
el primero de nuestra Facultad.

Otros profesores se habían incorporado a la cátedra, entre
los que podemos citar a Ambrosio Puga, francés, quien luego com­
batiera contra el fascismo defendiendo a su patria; Wilbell Mayer,
alemán; Jalowikz, polaco y el guayaquileño Leonardo Guarderas,
graduado en París.

Ya en esta época el desarrollo de la ciudad, de su industria
y comercio, plantearon el reto tecnológico de uso del hormigón
armado. Y fue precisamente el Dr. Ing. Arnaldo Ruffilli, profe­
sor de Estructuras y Resistencia de Materiales, quien divulga esta
técnica europea entre jóvenes alumnos de ese entonces.

Ruffilli, a juicio de su primer alumno y primer ayudante
Héctor Martínez Torres, era un erudito de la Ingeniería, entusiasta
profesor, genial constructor, enamorado de su nueva patria, el
Ecuador.

178 REVISTA DE LA

Viene luego ia Segunda Guerra Mundial, la invasión perua­
na de 1941, donde los alumnos de la Facultad se incorporan a las
milicias, cuando el Ecuador entra bruscamente a un nuevo pro­
ceso de su desarrollo, empujado por la exportación de bananos.

Las inversiones en bienes inmuebles presionaban para rom­
per con la barrera de cuatro pisos de los edificios de hormigón ar­
mado, que no podían ser más altos por el desconocimiento de las
Leyes de la Mecánica de Suelos.

A Ruffilli, como dijo Galo Yépez, se le ocurrió la idea de
que la enseñanza de la Mecánica de Suelos y su práctica, permi­
tiría a los ingenieros diseñar nuevos tipos de fundaciones para
construir cada vez edificios más altos y puentes más largos. El
primer profesor de Mecánica de Suelos fue el Ing. Miguel Salem
Dibo, habiéndole sucedido los ingenieros: Arturo Cabrera, Tomás
Castro y otros.

Muchos Decanos hicieron grandes esfuerzos por dotar al
Laboratorio Ruffilli del equipamiento necesario, entre ellos los in­
genieros Nicolás León Pizarro, Alberto Sánchez Cavanna y otros.
Pero fue precisamente el Ing. Galo Yépez Campos, heredero de
la cátedra de Ruffilli,- Decano entre 1957 y 1963, quien importa
los primeros equipos de Mecánica de Suelos, Materiales y Pavi­
mentos, iniciándose así la vida de esta Institución cuyo nuevo
edificio inaugurado nos congrega esta mañana.

Aquella era la época en que las inquietudes de los jóvenes
estudiantes se contagiaba con el afán de dominar el juego dialéc­
tico entre la teoría y la práctica de la Ingeniería. Y justamente
fueron el Laboratorio Ruffilli y su primer Director Ing. Tomás
Castro Abad quienes brindan las posibilidades a sus alumnos para
que comprueben "in vitro" las fascinantes relaciones entre el suelo
y la superestructura. Pero también hubo necesidad de que mar­

UNIVERSIDAD DE G UAYAQU IL 179

charan al extranjero algunos destacados egresados a entrenarse en
la nueva ciencia de la Mecánica de Suelos, recién establecida por
Karl Terzaghi en los albores de la fundación de nuestra Facultad.

Fue el entusiasmo de Galo Yépez, Decano de ese entonces,
quien propició el nacimiento de lo que podría llamarse la Escuela
Guayaquileña de Mecánica de Suelos. Y es su participación en
el V Congreso Internacional de Mecánica de Suelos en París, en
1961, cuando se consolida la fundación de 1a Sociedad Ecuato­
riana de Mecánica de Suelos y Cimentaciones siendo, el Ing. Yé­
pez su primer presidente y, secretario, el Ing. Raúl Manir i Díaz.

Todo este proceso cronológico, de afanes, de hombres, del
desarrollo de nuestra sociedad, es el que sirve de marco y fun­
damento para el arribo a este Io de Junio de 1984. Nada fue fá­
cil. Porque no solamente hubo que luchar contra la indolencia
y el mercantilismo de esta sociedad capitalista, sino contra la ali­
neación cultural traída desde el extranjero con la que se pretendió
y se pretende limitar el avance cultural y tecnológico de nuestros
estudiantes.

Los cauces están abiertos, los senderos jalonados- Nues­
tros maestros cumplieron abnegadamente sus tareas. Ahora le toca
a los jóvenes de la Facultad dar el siguiente paso, el paso a la
construcción de obras que beneficien a las grandes mayorías, al
abaratamiento de la vivienda, al desarrollo de la producción, y
ya no como en la antigua Grecia, construir solamente palacios pa­
ra los dioses y la rancia oligarquía.

Permítaseme finalmente, felicitar a los señores directivos de
nuestra Facultad, a sus profesores, a sus alumnos y personal de
empleados y de servicios, por el esfuerzo de hacer un alto en el
camino y reflexionar sobre nuestro origen y sobre nuestras pers­
pectivas. Y que esta pausa sirva para que confirmemos en la prác­

180 REVISTA DE LA

tica lo que anhelaron los precursores de esta Facultad, es decir,
el progreso científico, por una Facultad Democrática y militante
socialmente.

Gracias.
Guayaquil, 1® de Junio de 1984.