Guayaquil recuerda
a Manuel J. Calle

L. Moscoso Vega.

Los artículos periodísticos tienen los días contados. Su vi­
gencia, por extraordinaria que sea el tema, está limitada. Con
pocas excepciones y entre ellas las que brotaron en raudal de vi­
gor y de fusta, que escribió el eminente periodista, literato, his­
toriógrafo e investigador de cosas profundas y de letras de oro,
Manuel J. Calle, insigne cuencano que juró domicilio en las ca­
lientes tierras de Guayaquil. Pero, ¿por qué esta vitalidad que a-
vanza desde muy ayer a muy futuro? Porque los escritos de Ma­
nuel J. Calle tienen entraña de inmortalidad que es para este ca­
so, entraña de historia . . . Y la historia es milenaria y mucho
más.

El incomparable periodista que enalteció “ El Guante” , que
prestigió “ El Grito del Pueblo” y cuyas crónicas luego de apare­
cer en Guayaquil se reproducían y multiplicaban en los diarios
de Quito y de Cuenca porque eran de profunda trascendencia y
de inigualable valor, estaban alimentadas con visos de verdad y
constituían la palabra definitiva en los problemas de la política
de entonces que tenían que conocer indefectiblemente los pre­
sidentes de la República, los funcionarios más altos, todos cuan­
tos tenían que cuidarse de cometer desacato alguno o abuso al­
guno porque en seguida les caía el sanmartín del iuerto Calle o
eran destrozados entre las voces duras y admonitorias de las
CHARLAS. Eso y mucho más que no cabría si quisiéramos tra­
zar la figura completa de Manuel J. Calle en esta breve columna
periodística, era el Gran Escritor a quien la Universidad de Gua­
yaquil acaba de honrarlo— que no recordarlo porque a Calle na­
die puede olvidarlo— con la publicación de un libro intitulado

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La calumnia es un arma vil y cuando se esconde bajo el anoni­
mato, peor todavía. El escritor chileno Guillermo Blest Gana,
que se hallaba en Cuenca, ha dejado importantes datos. Dice,
entre otras cosas: “ El mundo cree siempre mal. En estas cir­
cunstancias fue cuando ella escribió algunas líneas condenando
la pena de muerte. Esas líneas quedaron sin respuesta. Bajo el
velo del anónimo un hombre sin corazón com etió la barbarie de
injuriarla por la prensa a esa pobre mujer. ¡Aquel hombre era un
sacerdote! ¡El golpe fue m ortal!” .

Antes de suicidarse, escribió una carta a su madre y le pe­
día que cuidara de su hijito y dejó un adiós para el marido.Do-
lores Veintimilla de Galindo ha dejado su hermosa producción
poética. Dice Isaac J. Barrera: “ Dolores Veintimilla abrió las
puertas del canto amoroso en la República y se convirtió en la
figura más adorable, por su romanticismo tan lleno de sinceri­
dad que la condujo a la muerte” .

Otro de los libros que me ha sido enviado y que leo con
verdadero interés es un Epistolario de Carolina Febres Cordero
de Arévalo. La correspondencia de una inteligente mujer con su
marido desterrado por cuestiones políticas. En las misivas se na­
rra una vida cruel, llena de vicisitudes, de angustias, cartas de la
esposa y del hijo, correspondencia íntima y desgarradora. Era
una mujer inteligente y sensible, escribió varios poemas, uno
que impresiona: “ En la muerte de mi querido esposo” . El espo­
so falleció en el destierro, en Panamá, lejos de su mujer y de su
hijo a los que tanto quería.

Luego leo un título de mujer muy querido, otra vida:
“ Mercedes González de M oscoso” , hermana del gran escritor
Nicolás Augusto González, pero más que nada, figura a la que
nosotros debemos conocerla, pues fue la abuela de los Andrade
M oscoso, hijos ilustres, uno de ellos el fallecido, escritor y perio­
dista Raúl Andrade M oscoso, Junto con una nota biográfica es­
tán los poemas de su libro “ Rosas de O toño” . Está enterrada en

UNIVERSIDAD DE GUAYAQUIL 167

el cementerio general de Guayaquil, donde se le ha erigido un
monumento.

Hay otro libro, un poemario de la señora Angela Carbo de
Maldonado, cuyo hijo es Teodoro Maldonado Carbo, rector de
la Universidad de Guayaquil.

Y el último de los libros recibidos es una Antología de Mu­
jeres, portada ilustrada por doña Baltasara Calderón y Garaicoa
de Kocafuerte.

En esta antología se recogen muchos artículos sobre muje­
res eminentes que permiten conocer sus nombres y sus actuacio­
nes, ¡Qué gran aporte para la cultura literaria!

El Comercio 22-VIII-/84.