La Crisis Económica Nacional
y sus manifestaciones

Por: Econ. Carlos León González*

Procuramos desarrollar aquí una idea básica, fundamental
la siguiente: la circulación de mercancías es el punto de partida
del capital y los elementos que a la circulación mercantil concu­
rren, la mercancía y el dinero, son a la vez elementos que están
inscritos en la circulación particular del capital; en otras pala­
bras, decimos que el movimiento general del capital es indiso-
ciable del movimiento general de las mercancías, de que la di­
rección general del movimiento del capital: comprar para vender
con ganancia, no puede separarse de su movimiento opuesto: el
de vender para comprar; más, diremos que el primero se produ­
ce a expensas del segundo y de que, por tanto, depende de éste.

Este es un razonamiento teórico y por ello es, simultánea­
mente, un razonamiento práctico; su carácter práctico radica
en lo siguiente: antes que pensar en un capitalismo dependiente
habría más bien que reflexionar y, com o hecho cierto, en la cir­
cunstancia de que todo capital depende del mercado, de que la
propiedad privada capitalista para poder existir depende del
mercado. Esto quiere decir además que la fuente del interés es
la ganancia y de que no hay producción efectiva de beneficios
al margen del consumo, del mercado, de la transformación e-
fectiva del capital mercantil en capital monetario, forma trans­
figurada de la necesidad absoluta de la conversión de mercan­
cía en dinero en la sociedad mercantil.

(1) Intervención en mesa redonda sobre la Crisis Económica Ecuatoriana y sus
Manifestaciones.

(* ) Director Técnico del Inst. Invest. Económicas y Políticas Universidad de Gua­
yaquil.

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De ahí que, para nosotros, el análisis de las manifestacio­
nes de la crisis económ ica contemporánea y de las posibilidades
de reactivación, debe partir desde la compra—venta mercantil,
el acto más general y cotidiano a través del cual se produce
nuestra vida, la socialidad del individuo, la relación de éste co ­
mo individuo aislado con la sociedad; debemos partir pues des­
de la vida real misma, es decir, del m odo com o el hombre ha
organizado, socíalmente hablando, la producción de su existen­
cia en la sociedad mercantil.

Por ello, partimos desde el mercado^ y de la forma de pro­
piedad privada que a través de él se constituye. Mas, y ya lo he­
mos indicado, si nos percatamos de que en la circulación gene­
ral de las mercancías está contenida la circulación particular del
capital por cuanto éste circula com o mercancía.

No estamos aquí divinizando el mercado, no obstante que
algunos entre ellos los neoliberales, lo consideran una divinidad,
algo omnipotente. No. Simplemente nos limitamos a reconocer
un hecho objetivo.

Y este hecho objetivo consiste en la circunstancia, de que
el individuo existe para la sociedad sólo cuando vende y, esto
por cuanto sólo puede comprar, consumir, después de haber
vendido. En el mercádo la sociedad mercantil deposita su vida y
el hombre de la sociedad mercantil vive gracias al mercado. Pe­
ro el mundo real en el cual existimos debe producir además la
vida del capital. La vida no es exclusivamente producción mer­
cantil, la vida es producción capitalista de mercancías; la vida es
la síntesis de dos movimientos opuestos, por cuanto el sistema
del capital es lo opuesto al individuo en la sociedad mercantil.

Y decimos lo opuesto por cuanto el capital se constituye
a través del movimiento contrario al otro en el cual se involu­
cra la vida individual; opuesto porque se trata del movimiento
de comprar para vender con ganancia, contrario al de vender
para comprar.

UNIVERSIDAD DE G UAYAQU IL 59

Pero la verdadera relación, la vida y, por tanto, la muerte
no descansa en la consideración aislada de estos dos movimien­
tos antagónicos, sino en el hecho de que partir del mercado im­
plica considerar a ambas en su unidad, en su relación y necesi­
dad recíproca, aunque sea antagónica. Lo real es esto. Separar­
los, no ver la relación, puede convertirse y de hecho se ha con­
vertido ya en las prácticas anticrisis que intentan salvar el capi­
tal sin salvar el mercado.

Y la unidad de lo recíprocamente necesario consiste en
que el capital, la negación del individuo, sólo puede existir y
desarrollarse a través de la afirmación de la vida individual. Esto
es una contradicción. La vida en la sociedad mercantil es contra­
dictoria, en ella está contenida la muerte. Porque si no lo estu­
viese no estaríamos aquí dialogando sobre el problema de la cri­
sis y porque la muerte se manifiesta necesariamente en la vida,
produciéndose ambas simultáneamente, es que podem os argu­
mentar que hay crisis porque la primera se manifiesta por sobre
la segunda, be trata entonces de un movimiento general que lle­
va a la crisis porque ésa es su dirección, ése es su sentido, por­
que la crisis resulta ser parte de su movimiento general, es una
fase de él. Por ello se habla de auge, depresión estancamiento,
reanimación y auge y, com o movimiento general que lleva a la
crisis nos expresa que la producción de lo humano a través de
la mediación de la mercancía, no olvidemos que el capital es
también una mercancía, implica simultáneamente la producción
de su deshumanización, de que la tendencia a la negación de la
vida individual pesa más sobre la afirmación de esta vida, por
tanto, la deshumaniza más. Y esto, aunque sólo se sepa recono­
cer la crisis en la contracción absoluta del mercado, en el estan­
camiento absoluto de la vida a favor del incremento absoluto
de la muerte.

Por ello es claro que podem os hablar de los problemas del
hambre, una forma de violencia distinta sobre el individuo y sin
que hablemos de la crisis. A este respecto podem os decir que la

60 REVISTA DE LA

crisis sólo acelera la tasa de producción de hambrientos bajo el
sistema del capital.

Reconozcam os aquí lo crucial del mercado para la socie­
dad mercantil. El capital y el individuo dependen del mercado,
para que ambos puedan existir. La empresa que no vende quie­
bra y el hombre que no vende perece. Por ello es que el merca­
do es divinizado, por ello es que la práctica de reactivación exi
ge la salvación del mercado; ha exigido antes y lo hace ahora la
expansión comercial. En este sentido hay una clara conciencia.
Por ejemplo, en el documento sobre el plan de acción aprobado
en la Conferencia Económica Internacional se anota; textual­
mente: “ el proceso de ajuste deberá operar en el futuro a través
del aumento en las exportaciones, en precio y volumen y, de la
reducción de las tasas reales de interés y no en una limitación
adicional de importaciones vitales para el proceso de reactiva­
ción económ ica interna” .

Es decir, se reconoce la necesidad de colocar un punto fi­
nal a los ajustes recesivos hasta ahora prevalecientes com o prác­
tica anticrisis. Y se toma partido por un ajuste expansivo, por
un ajuste que desbloquee el mercado. Es decir, hay conciencia
de que las prácticas de austeridad no han sido eficaces, pero a
pesar de esto, ellas se siguen desarrollando. En definitiva, se per­
sigue un milagro. La política económ ica está presa de la reli­
gión com o práctica anticrisis.

Partimos pues desde la relación; partimos pues desde el
mercado. De ahí estas largas reflexiones. Pero existe algo más.
Y es que el mercado no sólo es el m odo de organización social
de la vida individual, sino que a la vez, la magnitud de la satis­
facción de las necesidades humanas a través de la mediación de
la mercancía está en relación con el tamaño del mercado. Si ha­
blamos de crisis es porque el mercado se ha estancado, contraí­
do y , esto a pesar de que su expansión absoluta precede a la cri­
sis. Debemos pues, indicar que el mercado expresa también una

UNIVERSIDAD DE G U AYAQ U IL 61

magnitud que sólo crece contrayéndose. De lo contrario, o si
no fuera así no habría crisis. Y el hecho es que la afirmación de
la vida individual a través de la negación de esta vida, sólo pue­
de aparecer com o un proceso de expansión comercial necesaria­
mente ligado a la tendencia a la concentración del ingreso, re­
flejo de la tendencia a la concentración de la propiedad privada.
Y es que el movimiento hacia la ganancia máxima sólo es tal a-
poyándose en la negación del consumo individual. Y toda crisis
es posible atribuírsela a una explotación demasiado exitosa,
cuando la tendencia a la contracción del mercado es tal que ya
no permite ningún crecimiento absoluto de éste. Es claro enton­
ces que la concentración del ingreso no puede ser extendida de
manera absoluta e ilimitada y, también es clara la dependencia
de la reactivación económica de la redistribución del ingreso na­
cional. Esta es una constatación histórica, real.

Por tanto, lanzarle un salvavidas al mercado implica para
nosotros redistribuir. Hay quienes piensan de que la eliminación
del freno al crecimiento económ ico, a la expansión comercial,
puede lograrse sin redistribuir. Una cosa es clara: las prácticas
de austeridad no cesan y el estancamiento comercial continúa.
Sin embargo de ello, aún se confía en poder transformar al ol­
mo en un peral. De ahí que digamos que la práctica anticrisis
es una práctica de fe, del culto al neoliberalismo y a la diviniza­
ción del mercado; pero lo cierto es que estamos atrapados en la
tierra y no en el cielo, existimos aquí en este valle de lágrimas.

Por ello es que partimos desde el mercado, porque el mun­
do terrenal es el mundo de la compra—venta mercantil.

Ahora bien, sintéticamente indicaremos que la crisis eco­
nómica actual se objetiva en una generalizada crisis de crédito
originada en una profunda crisis de pagos que a su vez aparece
o está determinada por la contracción del mercado mundial que,
a 1983, según la CEPAL, mostró cumplir cuatro años de estan­
camiento continuo.

62 REVISTA DE LA

Esto no son elucubraciones. El endeudamiento externo ac­
tual cercano a los 800.000 millones de dólares no deja margen
para ello. Veamos.

De acuerdo al actual nivel de exportaciones de nuestro
país y, sin contar el endeudamiento externo contraído para fi­
nanciar el gasto militar, tenemos una relación deuda exportacio­
nes de 3.4. Tres punto cuatro quiere decir que necesitaríamos 3
años y cinco meses para cancelar la deuda externa. Pero este
plazo tiene tres supuestos implícitos, 4 más bien.

1.— No gastar durante ese lapso un solo dólar en importacio­
nes;

2.— No aumentar el endeudamiento externo incurriendo en
nuevos créditos;

3.— La congelación en el corto y mediano plazo de la tasa de
interés internacional; y,

4 .— Que la acción absolutamente contractiva de las importacio­
nes ecuatorianas se constituya com o acción unilateral, ais­
lada, en el contexto internacional.

En conclusión, cuatro supuestos irreales, pero ustedes pue­
den deducir de esa irrealidad la realidad y profundidad de la cri­
sis de pagos. Esto por lo siguiente:

l o .— El capitalismo de ningún país y, de allí el razona­
miento teórico expuesto, puede prescindir del mercado mun­
dial, lo que es equivalente no sólo a vender sino también a com ­
prar;

2 o .— Por la profundidad de la crisis de pagos derivada de
la contracción del mercado no hay necesidad de endeudarse pa­
ra que la deuda externa se incremente. Se trata aquí de la capi­
talización del interés y de la generación de interés del interés,
del desarrollo del capital ficticio, del endeudamiento ficticio;

UNIVERSIDAD DE G UAYAQU IL 63

^o.— Acaba de elevarse por cuarta vez consecutiva la tasa
de interés internacional; y,

4o .— Los países deudores han reaccionado contrayendo
en proporciones significativas el volumen de sus importaciones;
en otras palabras no hay acción unilateral posible, pues la ac­
ción conjunta restrictiva de las importaciones com o práctica an­
ticrisis la anula por completo.

Veamos y, para nuestro país, la importancia del mercado.

Si el dinamismo de las exportaciones de fines de la década
anterior (1978—1979) o de inicio de la presente (1980 — 1979 )
se hubiere mantenido, habríamos alcanzado los $4.500 millo­
nes de exportaciones anuales en el primer caso y los $3.300 mi­
llones en el segundo. Esto, pura y simplemente, quiere decir:

a) fo r la contracción del mercado mundial y si considera­
mos el dinamismo absoluto de las ventas entre 1978 — 1979 he­
mos dejado de vender $2.500 millones entre 1980 y 1983. Y
no sólo eso,

b) La reducción registrada de las exportaciones en el perío­
do citado arroja pérdidas por unos 765 millones de dólares.

En síntesis y, sin considerar la evolución desfavorable de
los términos de intercambio de la cual nos habla la CEPAL y el
Banco Central del Ecuador, la sola contracción del mercado
mundial nos ha costado unos $3.265 millones, es decir, un
4 0 o /o de la deuda externa total de unos $7.000 millones.

Adviertan ustedes entonces, la estrecha relación entre la
crisis de pagos y, por ende, de la crisis de crédito, de las vicisi­
tudes del mercado.

6 4 REVISTA DE LA

Adviertan además la importancia de la expansión com er­
cial para poder pagar y, que la solvencia financiera, la auténtica
solvencia financiera, no consiste, no puede consistir, en dejar de
comer, en extender la muerte, para poder pagar; sino en condi­
cionar el pago a la extensión de la vida, es decir, en pagar pero
vendiendo más. Por ello se ha hablado de salvar el mercado.

Hay aquí dos planos que se disocian y que por ello expre­
san el antagonismo que deriva de la crisis actual: el plano co ­
mercial y financiero, pues mientras la deuda crece el mercado
se contrae; antes la deuda externa y el mercado crecían simul­
táneamente. Por ello debemos pensar que en ese crecimiento
simultáneo se desarrollaba, pero ocultando la asimetría actual
y reflejándose en el acelerado crecimiento de la deuda externa,
el proceso de concentración del ingreso, y por ende de la pro­
piedad privada, a escala internacional: sobrefacturaciones y sub-
facturaciones de importaciones y exportaciones respectivamen­
te, a través no sólo del com ercio intrafirmas, altos porcentajes
de repatriación de beneficios, etc. No olvidemos que la tasa de
interés llegó a ser superior al 20o /o .

Aunque, claro, esa alza no importó mucho porque ocurrió
en el marco de las inauditas facilidades financieras para el otor­
gamiento de créditos. Lo cual no es la situación presente.

Diremos pues y, esto a manera de síntesis, que el proceso
de concentración de la propiedad privada, constituye el freno a
la expansión del mercado y que el endeudamiento externo cons­
tituyó el medio de abrir el espacio para un mayor desarrollo del
proceso de concentración del ingreso a escala internacional pe­
ro, y esto era lo importante, facilitando la expansión comercial.
Ahora las tijeras se han abierto tanto, por lo cual es difícil que
se unan. Por ejemplo, la idea de un club no prosperó en la últi­
ma reunión de deudores y a los 2 ó 3 días se elevó la tasa de in­
terés internacional.

UNIVERSIDAD DE G U A V AQUIL 65

Diríamos que los países deudores, considerado com o deu­
dor colectivo, aún no han alcanzado la clara certidumbre de
que, al igual que Sansón, al endeudarse han escapado en reali­
dad de las tijeras de Dalila, por cuanto se enfrentan a las exigen­
cias de una banca internacional técnicamente quebrada y, por
tanto, de una banca realmente dependiente de las posibilidades
de pago de los países deudores. Diríamos que la correlación de
fuerzas políticas a escala internacional se asienta en un eviden­
te espejismo, pues la fuerza real está al lado del deudor y no
del acreedor, aunque parezca lo contrario. Claro está que para
quitar a la apariencia las ropas de realidad con la cual se nos
presenta es necesario pensarse no com o deudores individuales,
sino com o deudores unidos y, en singular, com o deudor colec­
tivo. Esto es de extraordinaria importancia para la coyuntura.
Por ello vale la pena recalcar en el hecho de que el capital, de
que el capitalismo depende del mercado. De ahí que reparemos
en la siguiente y repetida circunstancia: la crisis del capitalismo
se refleja en la contracción del mercado. Y además, dado el pro­
blema del gigantesco endeudamiento externo y, com o hemos
visto, para pagar se requiere vender y por tanto que alguien
compre, se requiere pues el crecimiento del mercado, ligado a
un proceso de redistribución del ingreso a escala internacional
com o verdadera práctica de reactivación. Esta es una conclu­
sión lógica a partir de lo expuesto, pero también es histórica.
Esto nos lleva a lo siguiente, constituyendo el mercado el cen­
tro de gravedad; nos lleva a la práctica anticrisis presente y futu­
ra, a una realidad capitalista tan hostil e internacionalizada, por
ello hablamos de mercado mundial y, en la cual la propia ten­
dencia a la redistribución y reactivación derivada del gasto esta­
tal toma, cada vez más, la forma de un gasto inconsumible, del
gasto militar, acentuando la concentración de la propiedad pri­
vada y, reduciendo más el salario real de los que no se endeu­
daran en los países deudores.

La crisis todo lo pone en entredicho. Los fetiches se res­
quebrajan convirtiéndose en polvo y, reflejando las angustias

6 6 REVISTA DE LA

de la vida que ve su espacio transformada cada vez más en espa­
cio de la muerte. Primero, es claro que el bilateralismo econó­
mico en el cual se asientan los intentos de salidas individuales
al endeudamiento ha mostrado ser ineficaz. Segundo, la fam o­
sa teoría de la locom otora, según la cual la reactivación del sur
debe venir precedida de la reactivación del norte constituye
aún una interrogante. Y afirmamos nosotros con respuesta ne­
gativa. Es claro por ejemplo, que la econom ía norteamericana
por su elevadísimo déficit fiscal, por su enorme deuda externa
expresada en el socavamientó de la posición internacional del
dólar ligada al gigantesco gasto militar, a la militarización de su
econom ía que se resguarda por atrás del déficit fiscal, por el
multimillonario déficit en balanza comercial, lo cual nos refleja
la pérdida de competitividad de las exportaciones norteamerica­
nas, por el proteccionism o comercial y por la política moneta­
ria restrictiva, todo ello reflejado en la tendencia alcista de la
tasa de interés internacional a la cual contribuyó la administra­
ción Reagan con su negativa a entregar recursos al FMI, difícil­
mente puede constituirse en la locom otora de la reactivación
económ ica del capitalismo. Y tercero, porque no pueden ser las
prácticas de austeridad pensadas com o prácticas económicas
permanentes.

-Por ello podríamos decir que en la práctica anticrisis pre­
sente se manifiesta la crisis, pero no en el sentido de que la cri­
sis se objetiva en ella para luego ser abolida, superada. No. Indu­
dablemente hay la necesidad de una práctica anticrisis que ello
permita. Pero de lo que se trata aquí es de la ejecución de una
práctica que más bien porta la crisis porque reproduce, mantie­
ne y profundiza su m odo de objetivación: la contracción del
mercado. Resultados: el mercado agrede al individuo y el capi­
tal financiero se piensa com o independizado, autonomizado del
capital productivo. Parece com o si el interés ya no dependiera
de las ganacias del capital en la esfera directamente productiva,
com o si el dinero pudiera parir más dinero sin ninguna necesi­
dad de contaminarse con el mundo de la mercancía. Si para pa­

UNIVERSIDAD DE G UAYAQU IL 67

gar se requiere vender más y redistribuir, la práctica anticrisis
muestra que se busca pagar vendiendo menos y sin redistribuir,
para enfrentar la crisis de pago y por ende la crisis de crédito.
Constituye pues la objetivación de las presiones para el pago
del servicio de la deuda externa, pero no de la deuda y, en el
marco del desarrollo del capital ficticio, lo cual se expresa en
el incremento ficticio de la deuda externa asentarla en la con ­
tracción del mercado mundial; contracción que no es otra cosa
que la forma modificada de la contracción del mercado interior.

Diríamos y, reafirmando el análisis inicial, que la vida eco­
nómica agrede la vida individual. La secuencia es clara: devalua­
ción permanente constitutiva de una macrodevaluación, reduc­
ción intensa del salario real, de la producción, del empleo; en
suma una práctica concentradora del ingreso com o práctica an­
ticrisis, com o práctica internacionalizada, que busca permitir
com o si fuera posible vender más pero comprando menos, así
mismo de m odo general. En igual sentido aparecen las revalori­
zaciones. Hermana gemela de la devaluación porque al igual que
ésta concentra aceleradamente el ingreso y, con clara tendencia
a la revalorización de lo revalorizado, haciendo visible su efecto
de concentración en el hecho de que muchos compren sin ad­
quirir y que pocos venden con ganancia sin haber com prado; ha­
ciendo visible que la práctica anticrisis en lo interno viene pro
moviendo el desarrollo del capital ficticio asentado en el capital
productivo, por ello es que el m eollo de la revalorización se a
sienta en los activos fijos depreciables, pero com o medio adicio
nal, el otro lo es la práctica de la devaluación permanente, de
facilitar el desarrollo del capital ficticio sobre la base del capital
financiero. En síntesis la valorización del capital com o prescin­
diendo del mercado.

Porque si todos quieren vender más comprando menos pa­
ra pagar su deuda, ¿qué queda del mercado, el que es unidad de
compra—Venta.? Anotem os unas cuantas cifras.

68 REVISTA DE LA

ECUADOR
P e r ío d o ly81 — 1983

A N O S
CONCEPTOS 1981 1982 1983

Variaciones del PIB 4 .5o /o 1.4 0/0 —3.5o /o

Incremento Inflación I 6.O0/0 24 .8o /o 51.10/0
Decrecimiento com ercio
exterior (millones de dólares) 4.436 3.854 3.483.8
o /o de devaluación oficial neta
acumulada (marzo/82) 158.44o/c
Grado de asociación de las necesidades mínimas a partir del sa
lario nominal mínimo: a julio de 1984: 62o /o

a enero de 1980: 9 4o /o

FUENTE Y ELABORACION: l.I.E. y P., Universidad de Gua­
yaquil.

Hay aquí un solo resultado real: el querer vender más pero
comprando menos se resuelve de hecho en el querer pagar ven­
diendo menos. De otro m odo no puede explicarse el incremen­
to del endeudamiento ficticio en el marco de la contracción
continua del mercado exterior, se trata del neoliberalismo pero
devenido com o fondomonetarismo, porque ambos expresan lo
mismo, ser prácticas anticrisis contractivas; las que buscan sal­
var el mercado pero matando el mercado.

Diremos entonces que la práctica anticrisis contractiva del
mercado interior representa la forma exterior y modificada de

UNIVERSIDAD DE G U AYAQ U IL 6Q

la práctica anticrisis que contrae el mercado mundial: v.gr. algo
ya expresado: el enorme gasto militar ligado al déficit fiscal nor­
teamericano, a las prácticas monetarias restrictivas y a la necesi­
dad del financiamiento de ambas a través de las altas tasas de in­
terés. Diríamos que el endeudamiento ficticio por elevación de
la tasa de interés y por contracción de los mercados nacionales,
derivada de la reducción del salario real, financia la escalada
armamentista.

Es el reinado del fetichismo esto de buscar la reactivación
contrayendo los mercados. Como si los mercados nacionales y
el mercado mundial no fueren en realidad partes constitutivas
de un solo organismo. Una cosa es que el organismo humano
no pueda prescindir v.gr. del hígado porque moriría, otra cosa
es el cáncer hepático aunque por igual mate. Y otra muy distin­
ta es que este hígado enfermo píense que puede vivir por su
cuenta prescindiendo del cuerpo, es decir, es un fetichismo el
que se piense o se crea posible que el salvataje del mercado mun­
dial pueda lograrse sin que se haga necesario redistribuir para
reactivar las econom ías nacionales.

Ua Conferencia Económica Internacional también fue pri­
sionera de este fetichismo. Porque si bien el primer diálogo de
deudores puede sintetizarse en un solo objetivo redistribución,
éste no fue explícito y realmente planteado. Porque si bien la
reactivación fue reconocida com o dependiendo del mercado y,
de ahí la preocupación por la intensificación del proteccionis­
mo que contrae el mercado y las posibilidades de pago, de ahí
la preocupación por la corrección de las prácticas m o n e ­
tarias restrictivas y de políticas fiscales que eleven la tasa de in­
terés elevando ficticia y realmente la deuda externa, de ahí la
preocupación por la búsqueda de criterios comunes que procu­
ren reducir el servicio de la deuda y los costos de las refinancia­
ciones y, así por el estilo; sin embargo, no se exigió la redistri­
bución com o la condición básica y necesaria para la reactiva­
ción económica. Tanto más, por cuanto a las declaraciones y

70 REVISTA DE LA

conclusión del diálogo observamos que las prácticas de austeri­
dad no han concluido, sino que agudizan sus efectos.

Una cosa debe estar perfectamente clara y, es la siguiente.
Por sobre las excesivas facilidades financieras anteriormen­

te prevalecientes en el mercado mundial la decisión sobre el en­
deudamiento externo es interna; asi mismo, el tipo de industria­
lización seguido, exageradamente consumidor de moneda ex­
tranjera, es un asunto interno; el endeudamiento externo que
desbrozó el camino para plasmar ese tipo de industrialización
tomando la forma de la deuda pública externo vía incremento
del gasto público por el sacrificio fiscal, también es un proble­
ma interno; inclusive el intercambio desigual desfavorable que
refleja el proceso de concentración del ingreso a escala interna­
cional no es un problema exclusivamente externo, com o tampo­
co lo es el gasto militar.

En otras palabras y, deseo recalcar esta circunstancia, este
carácter interno de las decisiones nacionales y, no sólo para
nuestro país, representó de hecho la forma exterior de la ex­
pansión del capital financiero y del mercado mundial y, simul­
táneamente, esta expansión comercial y financiera, anterior a la
situación de crisis, significó de hecho la forma exterior de creci­
miento de las economías nacionales.

Sí, el capital depende del mercado, aunque ahora se pre­
sente com o prescindiendo de él en su valorización com o capital
ficticio. Y esta circunstancia nos hace pensar en la forma posi­
ble de la práctica anticrisis futura. No se trata de que ella renie­
gue de sus hostiles formas actuales, sino de que agregue a éstas
una modalidad más.

El capital de todas maneras depende del mercado. Y es
que en el marco del endeudamiento ficiticio existe el riesgo de
que se busque utópicamente la reactivación a través de la reduc­

UNIVERSIDAD DE G U AYAQ U IL 71

ción de los salarios nominales mínimos expresados en dólares,
lo cual es una tendencia y un hecho consumado com o práctica
anticrisis en nuestro país: más de $227.311 mensuales en enero
de 1980 y $160 en junio de 1984. Por ello se busca en la impor­
tación de capitales una panacea a la crisis, pero sobre todo me­
diante la venta de lo que eufenísticamente se llama, tomando
prestado del lenguaje contable, los activos nacionales y la reduc­
ción de los salarios nominales expresados en moneda extranjera
es una garantía para su posibilidad real. De ahí que existe el
riesgo de constituirnos en el país pionero de este tipo de pagos
y por tal razón en vitrina especial de la econom ía social de mer­
cado. Pero com o es obvio, todo depende del mercado; el capital
de todas maneras depende del mercado.

En esto, en la clara certidumbre de la dependencia del ca­
pital del mercado, antes que en la consideración de la existencia
de un capitalismo dependiente, descansa un problema político
de la más alta importancia para la coyuntura. Nos referimos a
la extraordinaria fuerza política del deudor, pero del deudor u-
nido, colectivo, que brota del terreno de la econom ía, de la con ­
tracción del mercado, de la crisis.

Para terminar, creo es necesario indicar lo siguiente en tor­
no al problema de la democracia; tanto más cuando se calcúla
un período de 10 años para que los indicadores económ icos
vuelvan a tener la magnitud anterior a la situación de crisis. Se­
ría de lamentar que el crecimiento de la población no sea ni re­
motamente adaptable al movimiento errático, de ascenso y des­
censo, de las magnitudes económicas; mas el buscar su adapta­
ción, si se lo pensare posible, se llama genocidio. Aunque ,1a
muerte por hambre, o mejor, la profundización de la deshuma­
nización del individuo com o práctica anticrisis debe ciertamen­
te, ser incluida, en el concepto de violencia.

72 REVISTA DE LA

Diremos pues, que la democracia constitucional, y no sólo
para nuestro país, y dada la actual correlación de fuerzas, debe
probarse en una situación de crisis crónica, en una situación en
la que, pura y simplemente, la vida económ ica ahoga Cada vez
más la vida individual, en una situación muy extendida de vivir
muriendo; saltando almuerzos com o diría Gabriel García Már­
quez. Pero este “ debe probarse” tiene para nosotros un sentido
muy específico.

Como la democracia constitucional depende de la redistri­
bución, no se trata de probar en la austeridad la posibilidad de
la más plena vigencia de las garantías de la democracia capitalis­
ta, pues la marcha del desarrollo capitalista descrita, la falta de
redistribución, el acentuamiento de la concentración del ingreso
com o práctica anticrisis, de hecho no comporta ya, e institucio­
nalmente hablando, la plena vigencia de las garantías democráti­
cas tradicionales. Mucho se ha hablado de las democracias res­
tringidas, recortadas y viables, principalmente a través de la d oc­
trina de la seguridad nacional.

Indudablemenete que la austeridad neoliberal fondom one-
tarista parece requerir de formas democráticas a fin de extender­
se en la coyuntura actual. Por ello, la competencia electoral en
nuestro país buscó vestirse con ropas de la necesidad. De ahí el
riesgo que se valorice la forma de democracia actual hasta el
punto de convertirla en otra divinidad, en otro fetiche proclive
de adoración, de culto; buscando de ese m odo que la reacción a
la concentración sea la inmovilidad política. Y este riesgo de di­
vinización de la democracia, su defensa a ultranza, su defensa a-
crítica, la defensa del sujeto al margen del predicado para defen­
der ese predicado, aparece carente de toda legitimidad y de ne­
cesidad histórica; mas si a esto, a lo históricamente necesario lo
definimos com o la necesidad de someter la vida económ ica a
la vida individual com o verdadera práctica de reactivación.

U N IV E R SID A D D E G U A Y A Q U IL
\

73

De ahí que, cabe la posibilidad de un endurecimiento de la
constitucionalidad. La austeridad neoliberal despliega esa posi­
bilidad, aunque ésta no es una posibilidad automática, al m odo
de la ley de gravedad. Pero se trataría de un endurecimiento
que va en contra de la verdadera fuente histórica de todo dere­
cho que la vida ha demostrado com o cierto, esto es, la abolición
de las realidades innecesarias.

Por ello, no es una casualidad, para nuestro país, el despla­
zamiento de la derecha al centro que algunos sintetizan en la
fórmula del populismo de derecha vs el neoliberalismo; diría­
mos, no es una casualidad la vestimenta de la austeridad neoli­
beral con ropas de la no austeridad.

Y habría una cosa clara. La posibilidad real del desplaza­
miento inverso, el de retorno. Pero éste no proviene de la dere­
cha en sí, sino mas bien de que ésta tendría com o meta realizar
una tarea irrealizable; lo que viene de la imposibilidad de conte­
ner indefinidamente el despliegue de las necesidades históricas,
el de contener el avance de la vida, el avance hacia la humaniza­
ción de la vida humana deshumanizada.

De ahí que concluyamos de que la energía de la desespera­
ción, la reacción negativa frente a lo necesario puede manifestar­
se y, a lo mejor, la democracia constitucional que hemos carac­
terizado no se resienta en lo más m ínim o, pues parece estar he­
cha para que esta energía se manifiesta a través de ella. Por tan­
to, es preciso desterrar el culto, lo divino del mundo terrenal co ­
mo parte de auténticos prácticas de reactivación, que se sinteti­
zan en la revalorización del sujeto, del hombre y no del objeto.

Guayaquil, Julio 6 de 1984.