
VICERRECTORADO ACADÉMICO
112
e-ISSN: 2960 - 8147
ISBN: 978 -9942- 4 4 - 827-9
El afrontamiento proactivo del estrés implica desarrollar habilidades que transformen situaciones
desafiantes en oportunidades de crecimiento. Según Folkman y Lazarus (1984), “no es la situación en sí misma
la que determina el estrés, sino nuestra evaluación de los recursos disponibles para enfrentarla” (p. 115). En
este contexto, la resolución de problemas se presenta como una herramienta clave, dividida en pasos como la
definición del problema, generación de alternativas y evaluación de resultados (Nezu et al., 2012).
Por otro lado, el mindfulness o atención plena, promovido por Kabat-Zinn (2003), ayuda a reducir la
reactividad emocional mediante la concentración en el momento presente. Esta práctica complementa la
reevaluación cognitiva, una estrategia cognitiva que reestructura pensamientos negativos, según Beck (1995).
En palabras del autor, “cambiar nuestra perspectiva sobre una situación puede ser el primer paso hacia una
solución efectiva” (Beck, 1995, p. 89).
Las técnicas de relajación son herramientas valiosas para el autocuidado y la reducción del estrés. La
respiración diafragmática y la relajación muscular progresiva son métodos efectivos para disminuir la tensión
física y mental. Según Bernárdez (2018), “la práctica de mindfulness implica estar completamente presente
en el momento sin juzgar o responder a lo que está sucediendo”, lo cual puede integrarse en rutinas de
autocuidado para mejorar el bienestar general.
El autocuidado desempeña un papel central en la prevención del desgaste emocional. Sharma et al.
(2014) afirman que “las técnicas de relajación no solo reducen el estrés percibido, sino que también mejoran la
salud general” (p. 276). Entre las estrategias destacadas está la respiración diafragmática, un método que activa
el sistema parasimpático y disminuye la frecuencia cardíaca (Brown & Gerbarg, 2005). Otra técnica eficaz es la
relajación muscular progresiva, desarrollada por Jacobson (1938). Este enfoque combina tensión y relajación
de diferentes grupos musculares para liberar tensión acumulada. Finalmente, las rutinas de autocuidado, como
pausas activas o mantener un horario de descanso, promueven un bienestar integral (Sharma et al., 2014).
Comprender el estrés y sus implicaciones es crucial para desarrollar estrategias de manejo adecuadas.
El estrés infantil, al igual que en la vida adulta, es un factor de riesgo para diversas enfermedades mentales.
Vásquez (2016) señala que “como sucede en la vida adulta, el estrés infantil es un factor de riesgo para diversas
enfermedades mentales, entre las que sobresalen los trastornos de ansiedad y depresivos”.
La psicoeducación permite identificar factores estresantes y aplicar técnicas como la reevaluación
positiva para reinterpretar situaciones de manera constructiva. Comprender el estrés desde una perspectiva
funcional permite convertirlo en un factor movilizador. Selye (1976) introdujo los conceptos de eustrés (estrés
positivo) y distrés (estrés negativo), subrayando que “el eustrés puede motivar y mejorar el desempeño,
mientras que el distrés genera desgaste” (p. 45).
Este enfoque se complementa con el modelo de evaluación cognitiva de Lazarus y Folkman (1984),
que identifica el estrés como el resultado de demandas percibidas que exceden los recursos disponibles.
Las estrategias para reinterpretar el estrés incluyen la reevaluación cognitiva y la visualización positiva, que
permiten transformar pensamientos limitantes en enfoques constructivos. Beck (1995) señala que “el poder de
nuestra mente para redefinir una situación es clave en la gestión del estrés” (p. 102).